Vamos a ser sinceros: casarse está buenísimo, pero viajar después de la boda le compite muy de cerca.
El destino de nuestra luna de miel estuvo decidido, incluso, antes de poner fecha o de saber que nos íbamos a casar: el Sudeste Asiático. Claro, decir “Sudeste Asiático” es bastante amplio, porque podés armar una lista de seis u ocho países en menos de tres minutos y, además, para sumar “problemas” (sí, #FirstWorldProblems), una vez que estás allá podés ir a CUALQUIER lado por 100 dólares. Sidney, Tokio, ¡el cielo es el límite!
Creo que lo conté en otro post, pero lo primero que hicimos fue comprar -a muy buen precio- los pasajes a Bangkok. Tailandia iba ser uno de los destinos y lo mejor era volar ahí. ¿El resto? Angkor Wat, en Camboya, estuvo cerca de ser elegido como una de las nuevas maravillas del mundo. Vietnam también tiene una historia increíble. Y si hacíamos esa vuelta… ¿Cómo no íbamos a pasar por Laos?
Hablamos con mucha gente -incluyendo la editora de Cosmo (¡hola Pao Pluzzer!)- para planificar el viaje, y nos aseguramos de estar muy organizados e informados con respecto no solo a destinos, sino también a climas, visas, vacunas, idiomas, etc. (El otro día le mostré a una amiga un Excel que armó FE del viaje a Asia y no lo podía creer). Después de mil y un consejos, un amigo nos dijo: “Se van de luna de miel. Vayan a playas lindas, no a ver recuerdos de la guerra y países destruidos”… Y un poco de razón tenía.
Nosotros no somos muy fanáticos de ir a la playa y quedarnos panza arriba -o panza abajo- una semana entera. Siempre viajamos y caminamos, paseamos, recorremos. No nos quedamos quietos. ¡Son más vacaciones de mente que de cuerpo! Con la luna de miel la idea es hacer un mix: un poco de playa y un poco de turismo citadino. También hay una diferencia clave entre nuestro viaje y el de otras personas, aquellas que quieren joda, descontrol y mucha noche… Nosotros, no.
Después de mucha reflexión, finalmente, decidimos ir a Kuala Lumpur y Singapur como ciudades importantes para conocer además de Bangkok. Y vamos a hacer varios días de playa en Tailandia y Malasia. Además, hubo otro cambio fundamental, que también creo que fue acertado: en vez de tratar de “hacer” ciudades en dos días (odio cuando la gente dice “HICE” tal lugar, parece que ni lo disfrutaron), preferimos estar más tiempo en cada lugar, conocerlo y vivirlo un poco más. Sin tanto apuro, sin nadie que nos corra.
Vamos de luna de miel, no estamos mochileando como veinteañeros… Y no hay nada malo con eso, seguramente lo hagamos en un próximo viaje. Como también nos comentaron varias personas: una vez que viajás al Sudeste Asiático, lo único que querés es regresar para seguir recorriendo sus países.
PD: No, tampoco vamos a ir a hostels, y como los precios allá son bastante accesibles, vamos a llegar a Bangkok e ir a un hotel MUY lindo para pasar nuestros primeros días de casados en habitaciones con terrazas increíbles y piletas infinitas.




















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