Te contamos qué quieren decir y cómo solucionar las tensiones de tu cuerpo.
La cabeza:
Quiere decir que tenés que bajar un cambio. Estás sobrepasada. Entonces, cualquier percance (como una discusión con la cajera del banco o un gasto imprevisto que deja tus finanzas al rojo vivo) tiene efectos en tu organismo: tu respiración se altera y apretás las mandíbulas con fuerza. Eso te provoca un dolor de cabeza.
Solución: Tomá café. Los científicos aseguran que la cafeína contrae los vasos sanguíneos que hay en tu cabeza, y que esto reduce la jaqueca. También podés ir al gym: si hacés entre 30 y 40 minutos de cardio (correr en la cinta, pedalear en la bici fija o cualquier otro ejercicio aeróbico), liberás endorfinas, unos químicos del cerebro que ayudan a frenar el dolor físico.
El cuello y los hombros:
Te sentís presionada. Cuando tenés muchas tareas pendientes, es normal que encorves tus hombros y que acerques tu cabeza a la computadora porque creés que esa postura te ayuda a concentrarte. En realidad, te provoca una contractura , y eso te impide pensar con claridad.
Solución: Mové la cabeza. El personal trainer y masajista Darío Fuentes recomienda: “Girá la cabeza suavemente, desde un hombro hasta el otro. Hacé 20 repeticiones. Luego, elongá: empujá la cabeza hacia el pecho, con el mentón pegado al cuello”. Esto incrementará la cantidad de sangre que llega a los músculos de tu cuello y de tus hombros, y aflojará los nudos.
Las manos:
Estás ansiosa. Comerte las uñas o arrancarte las cutículas con los dientes no te genera ningún alivio (al contrario: cuando te mirás las manos, sentís vergüenza). Repiquetear tus dedos sobre la mesa, de manera nerviosa tampoco es la solución. Cualquier maldad que les estés haciendo a tus manos duplica el malestar.
Solución: Pintate las uñas o andá a la manicura. Es un truco simple pero muy efectivo: cuando les prestás atención a tus manos, automáticamente tu mente se distrae y te tranquilizás. Además, ¿quién quiere mordisquearse unas uñas recién arregladas?
El abdomen:
Sos un manojo de nervios. Cuando estás preocupada por algo importante (como una entrevista laboral o un examen) tu sistema digestivo se altera y trabaja más rápido de lo normal. ¿El resultado? Tenés retorcijones, estás hinchada e incluso sentís náuseas.
Solución: Comé cereal integral, queso o pollo. No se trata de prepararte un megasándwich cada vez que te duele el estómago: solo debés consumir uno de esos alimentos. ¿Por qué? Son ricos en triptófano, un aminoácido que ayuda a tu cerebro a producir serotonina, el químico que genera bienestar y reduce la ansiedad.
Los pies
No das más. Fue un día de locos: tu jefe estuvo más exigente que de costumbre y, encima, tuviste que hacer las tareas de una compañera que se enfermó. Al final de la tarde, te sentís agotada. Según los expertos, eso es porque la tensión (la que te mantenía despabilada) se va a pique, y te gana el cansancio.
Solución: Tomá un baño caliente. Tus pies están llenos de terminaciones nerviosas que se conectan con todo tu cuerpo: al sumergirlos en agua templada, enviás la sensación de relax a todo el sistema. Para intensificar este efecto, apoyá los pies en el borde de la bañadera: al elevar las piernas, le enviás al cerebro la señal de que llegó el momento de descansar.




















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