El tiro al plato es un deporte poco conocido, pero para Melisa Gil (31) forma parte de su historia familiar. “Mis padres se conocieron porque mi abuelo paterno tenía una armería y el materno se dedicaba a fabricar platos de tiro. Mi papá, Horacio, dispara desde los 18 años. Actualmente es mi entrenador y el de mi hermano menor, Federico, que también va a participar de los Juegos Olímpicos”, cuenta.
UNA CHICA DE ARMAS TOMAR
La primera vez que Melisa disparó tenía 14 años. Había ido a presenciar un entrenamiento de su padre y quiso probar su puntería. “Acerté ocho tiros de 25. Pensé: ‘Soy muy mala’. Mi papá, en cambio, me alentó”, recuerda Melisa.
Desde entonces, los viajes desde Avellaneda (donde se crió) hacia el Club Tiro Federal Argentino de la ciudad de Buenos Aires se volvieron habituales: entrenaba cinco días a la semana.
A los 20, participó de los Juegos Panamericanos que se realizaron en Santo Domingo (República Dominicana) y obtuvo su primera medalla de plata. Esa competencia fue una bisagra en su carrera deportiva: a partir de ese momento, ganar premios se volvió una costumbre. En su historial tiene más de diez medallas y, actualmente, ocupa el puesto número 20 en la Federación Internacional de Tiro Deportivo.
Además de ser constante y de entrenar duro, ella tuvo que enfrentar prejuicios. “Muchos dicen que el tiro es un deporte violento, pero no es así: para dar en el plato, tenés que estar muy tranquila”, asegura la atleta, que además de entrenar para el deporte olímpico estudia Derecho: le faltan pocas materias para recibirse de escribana.
ENTRENAR LA MENTE
Quienes practican tiro al plato aseguran que el factor mental suele ser definitorio. Por eso, desde que supo que iba a debutar como atleta olímpica, Melisa comenzó a trabajar con Pedro Merani, un reconocido jugador de bowling que es coach y entrenador mental. “Hablamos de cómo me siento cuando compito: qué me distrae, qué me pone feliz o triste. Él me enseñó a visualizar y a respirar”, cuenta.
Melisa recuerda el día que, con esas técnicas, consiguió la medalla de bronce en el Abierto de Qatar. “Éramos siete mujeres compitiendo por dos puestos. A veces, cuando te ves entre grandes deportistas, te sentís inferior o tenés miedo. Aprendí a dejar de pensar en mi rival y a concentrarme en mí. Como me dice Pedro: ‘No podés controlar el resultado ajeno, pero sí lo que vos hacés’”, dice.
EL GRAN MOMENTO
La escena se repite en cada competencia. Melisa toma la escopeta calibre 12, flexiona las piernas y lleva el pie izquierdo hacia delante. Da una señal de ‘listo’ por micrófono y espera a que un plato (un disco de arcilla de once centímetros de diámetro) salga volando a 120 kilómetros por hora. En el lapso de tres segundos (o menos), la tiradora se lleva la escopeta a la cara, fija la vista en el mirín, apunta y dispara al plato con la mano derecha. Su meta: acertar los tiros a los 75 platos.
“Además de una precisión extrema hay que tener capacidad de reacción y buenos reflejos”, afirma Melisa, quien para clasificar para Río acertó 72 tiros de 75. Su competencia será el 12 de agosto. “Tengo ilusión de estar arriba del podio”, concluye.






















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