Con el salón elegido, llega otro punto interesante: cómo armarlo, qué estilo darle al festejo y lo más temido por todos y todas… ¡EL ARMADO DE LAS MESAS!
Pero no, nosotros teníamos una idea can-che-rí-sima: livings. Cada uno se sienta donde quiere y listo. Gol de media cancha. Bueno, no tanto. Primero, algunos comentarios en contra:
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“Sí, los livings están buenos, pero comer ahí es un garrón”.
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“¿La gente se sienta DONDE QUIERE, sin ningún orden?”.
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“Genial lo de los livings, aunque para los grandes mesas, ¿no?”.
Sí, no es sencillo, y a eso se suma un extra. Y cuando digo extra hablo de dinero extra. Todos los salones tienen mesas y sillas. Pero los juegos de living siempre son aparte. Y alquilar livings para 100 personas también suma. Y los livings que quería mi novia… suman más de lo imaginado.
Claro, hay otro tema importantísimo sobre el armado de las mesas. ¿Dónde van los padres, los hermanos, los testigos y todo el resto? ¿Siento juntos a mis viejos que están separados hace 30 años? ¿Y con el amigo más joven que lo único que quiere hacer es ir a levantarse minitas qué hacemos? ¿Lo acercamos a una posible candidata o lo ponemos lejos para que tarde un par de horas en tirotearla? Muchas preguntas, muchas decisiones, pero una conclusión: lo importante es hacer lo que nos haga felices a nosotros.
Después de evaluar todo, decidimos ir con mesas. Pero tratamos de salir un poquito del molde, con mesas rectangulares y largas, para que no sean grupos de 8 ó 10 personas, sino de 16, que se puedan ir cambiando a gusto y piacere. Nosotros vamos a estar en una mesa no tan chica, para que la gente pueda sentarse de a ratos… o que nosotros podamos ir a visitarlos. Simple, pero esperemos que efectivo. Les cuento después del 15 de octubre.
























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