Sí, todas pasamos esa cosa horrible que se llama purbertad. Los dos primeros años después de que te indisponés por primera vez, los niveles de estrógenos se alteran y, entre otras cosas, te salen granitos. El lado bueno de todo esto es que cuando se termina el proceso de crecimiento, todo se acomoda.
Sin embargo, hay mujeres que superada la adolescencia vuelven a presentar este tipo de lesiones (o nunca se les fueron) a las que llamamos acné tardío, donde el exceso de andrógenos juega un rol importante.
“El 45% de las mujeres entre 21 y 30 años presenta este tipo tardío de acné, como también el 26% entre 31 y 40 años. A partir de las cuatro décadas, el número disminuye, siendo un problema del 12% de la población femenina entre los 40 y los 50 años”, describe la Dra. Lara Miechi, especialista en endocrinología del Instituto de Diagnóstico e Investigaciones Metabólicas.
El problema es cuando, además del acné, se manifiestan alteraciones en el ciclo menstrual, hirsutismo (aumento del vello terminal), perdida del cabello, dermatitis seborreica y obesidad. En estos caso deja de ser simplemente acné y pasa a llamarse Síndrome hiperandrogénico, que puede presentar alteraciones metabólicas tales como dislipemias (alteración de niveles de lípidos en sangre) o insulinoresistencia, aumentando el riesgo de contraer diabetes mellitus o patologías cardiovasculares.
El síndrome hiperandrogénico se observa entre un 5% a un 10 % de la población de las mujeres en edad fértil y muchas veces se lo conoce a través de una disfunción habitual como el síndrome de ovario poliquístico.
“Para un correcto diagnóstico y eventual tratamiento médico, es indispensable una evaluación hormonal de los andrógenos; testosterona, androstenodiona, dehidroepiandrosterona sulfato a cargo del endocrinólogo” concluye la Dra. Miechi.



















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