1. ¿Qué es?
La vocación tiene que ver con el ser y, por lo tanto, con lo que una debe hacer para desplegar su propio yo. No solo se trata de elegir una carrera o una actividad profesional, sino de reconocer características que te distingan y definan.
2. ¿Cómo?
No te paralices frente a la multiplicidad de propuestas de tecnicaturas, posgrados y especializaciones. En vez de eso, pensá que podés diseñar (y rediseñar) el camino. Lo importante es ser fiel a tus capacidades e intereses, actuar con flexibilidad y mantener una actitud de aprendizaje continuo. La identidad es más amplia que la dimensión laboral.
3. ¿Siempre se puede redireccionar?
¡Por supuesto! Pocos crecen sabiendo qué quieren ser, otros lo identifican al finalizar el secundario y muchos frente a una crisis (o un despido). Siempre es un buen momento para preguntarte a qué aspirás en esta etapa de tu vida.
4. Brújula:
Es clave reconocer cuáles son tus prioridades: ¿Te importa más un buen sueldo, el reconocimiento o la realización? También, reflexioná sobre lo que significa el éxito y qué acciones podés adoptar para alcanzarlo.
5. La fórmula:
Tomá conciencia de tus fortalezas: Armá un listado de tus logros, e incluí grandes éxitos y aprendizajes que obtuviste a partir de algún error o caída.
Identificá las cosas que te interesan: Hacé un listado de tus gustos, pero no lo restrinjas a lo laboral. Anotá desde lo más simple hasta lo más sofisticado. También, pensá en aquellas cosas que te llaman la atención y que te divertiría probar. Pueden ser actividades que nunca hayas hecho, o algo que te comentó una amiga o que leíste en algún momento.
- Organizá un plan de acción. Chequeá: ¿Con qué recursos contás? ¿De qué plazos disponés? ¿Cuál es tu plan B? Generar un acercamiento a lo que querés te ayuda a ajustar expectativas y evitar las idealizaciones. ¡Dejá de soñar y hacelo posible!
Fuente: Lic. Adriana Canga, Psicoterapeuta y Directora de AGC Consultora (www.agcconsultora.com.ar).




















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