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No importa cuanto control creas tener sobre los alimentos que elegís: lo que comés (y la cantidad) está influido por muchas fuerzas que no podés controlar. Desde las cosas, los lugares y las personas que te rodean hasta los aspectos que construyen tu rutina semanal, hay muchos factores externos que determinan tus elecciones alimentarias de todos los días.

Si estás interesada en comer de forma más controlada, tratá de prestar atención a estas nueve cosas que hacen que ingieras más de lo que querés (y de lo que necesitás):

1. Desorden

 

 

Tal vez escuchaste hablar del “caos creativo”. Está ok si sos una artista alternativa, por ejemplo, pero no es tan copado si querés tener los abdominales marcados. Un estudio reciente señala que el desorden, especialmente el de la cocina, hace que comas de más.

Si esto es un problema para vos, tratá de tomarte uno minutos para organizarte. Dependiendo de cuánto trabajo te demande la limpieza, podrías tomarla como uno de tus ejercicios diarios (ok, pensá positivamente).

2. Demasiada variedad. 

 

Una revisión masiva de los hábitos alimentarios realizada en 2001 por investigadores de la Universidad de Buffalo (Estados Unidos) descubrió que cuantos más grupos de comidas tengas en tu plato, más rápido vas a querer consumirlos.

Para evitar este efecto, sin aburrirte demasiado, tratá de hacer el desayuno, el almuerzo y la cena y los snacks con comidas simples. Si estás cocinando para vos sola, esto va a ser más sencillo y la próxima vez que vayas a un restaurante con servicio de tenedor libre, tratá elegir de antemano lo que vas a comer, así no hacés una mescolanza en el plato.

3. Platos grandes

Los platos grandes te engañan y te hacen pensar que hay menos comida en ellos, y esto hace que pongas más en tu boca sin darte cuenta. Hubo un experimento del psicólogo culinario Brian Wansink que descubrió que quienes comían cereales en bols más grandes, tragaban más que los aquellas personas cuyos bols eran más pequeños.

Pero no tires los platos grandes a la basura todavía: usalos para llenarlos de vegetales y conseguícon mayor facilidad esas cinco porciones diarias de vegetales que recomiendan los nutricionistas.

4. No dormir lo suficiente

¿Nunca te encontraste a vos devorando todo lo que encontrás si dormiste poco? Cuando tu cuerpo está privado de la cuota adecuada de sueño, lo dulce y las comidas grasosas desencadenan una respuesta más fuerte en el cerebro. Resultado: vas a ingerir mucho más de lo planeado.

Dormir poco también baja tus habilidades de autocontrol, por eso te cuesta tanto poner el pote de helado en el congelador antes de bajártelo como si nada.

5. Películas de acción.

 

Comer frente a la pantalla te distrae y no te das cuenta de cuánto y qué estás comiendo. El Laboratorio Aner Tal Food and Brand, de la Universidad de Cornell, recientemente descubrió que las películas de acción hacen que picotees más porque pueden levantar tus niveles de estrés.

6. Ruido.

Si tenés los auriculares puestos, bajá el volumen de lo que estés escuchando. Si se trata de música ambiente, optá por un restaurante que tenga una atmósfera más tranquila. ¿Por qué? Porque un estudio realizado en  2011 investigó las consecuencias del ruido en el comportamiento de las personas  y encontró que los lugares ruidosos hacen que la gente perciba menos el sabor de lo que está comiendo. Menor satisfacción al comer hace que puedas seguir comiendo aunque estés lleno.

7. Comida “saludable” 

Tené cuidado con los valores nutricionales de la comida de comés. Experimentos realizados por dos psicólogos de la Universidad de Chicago, Stacey Finkelstein y Ayelet Fishbach, en 2010, descubrieron que cuando ingerimos algo como si fuera saludable nos da menos saciedad  sin importar cuantas calorías tenga en realidad. Y entonces seguimos comiendo.

Tratá de describir lo que comés por tu nivel de satisfacción (rico, delicioso, feo) más que por si es “sano”.

8. Pelear con amigos y amantes.

Estar en una discusión puede hacer fracasar tus intentos de controlar tu ingesta. Kylie G. Oliver y sus colegas de la Universidad de New South Wales descubrieron que cuando había un conflicto entre las mujeres que participaban de su investigación, estas consumían una cantidad mayor de papas fritas y chocolate. Además, cuanto más cerca estás de la persona con la que estás peleando, más sube tu temperatura corporal. Otro motivo para no pelear.

9. Avergonzarte de tu cuerpo

 

Burlarte del peso de otra persona o de sus hábitos de comida no es solamente malo para su moral: puede hacer que se salgan de control. Un estudio realizado por Brenda Mayor y sus colegas de la Universidad de California, Estados Unidos, muestra que estigmatizar a la gente por su cuerpo -en las redes o en los encuentros sociales- hace que los receptores de las burlas sientan que no entran en los estándares de belleza y que busquen consuelo en los atracones de comida o que sientan que cuidar su dieta es en vano.

Este estudio también descubrió que quienes no se preocupan por su cuerpo están a salvo de los comentarios negativos sin importar su peso.