¿Vos y él pelean todo el tiempo?

Si los dos tienen discusiones recurrentes, es difícil que logren una conexión absoluta. Para evitar vivir en cortocircuito, consultá este “Manual de supervivencia para parejas que no tienen paz”.

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¿Vos y él pelean todo el tiempo?

El pronóstico meteorológico, quién de los dos saca a pasear al perro, el resultado de las elecciones o lo que van a comer: para algunas parejas, cualquier motivo es válido para iniciar una discusión. ¿Pelear con tu chico es malo por definición? Para nada. “En todo vínculo humano existen roces y reacomodamientos permanentes porque cada uno llega a la relación con una historia personal y con cargas. Entonces, es necesario hacer reajustes. Así aparecen los choques, que, lejos de ser un inconveniente, son una buena noticia: hablan de personas que se encuentran desde la diferencia, pero que aun así eligen estar juntas”, explica la psicoanalista Ana Delgado, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

En otras parejas, la tensión sobrevuela y, tarde o temprano, se convierte en una confrontación. El aire parece estar cargado de pólvora: cualquier motivo las impulsa a calzarse los guantes de boxeo e intercambiar unos cuantos crosses argumentativos. Por supuesto: no hablamos de peleas violentas, sino más bien de “agarraditas” dialécticas que consideran parte de lo cotidiano.

“A las personas más apasionadas y discutidoras les encanta analizar cada frase y tienen postura tomada frente al tema que fuere. Es gente intensa a la que le gusta argumentar: no suelen considerar la discusión como un problema o un inconveniente, al contrario: tener un par o un compañero para el debate forma parte del atractivo del vínculo”, asegura la psicóloga.

Una costumbre polémica

Pero en algunas ocasiones, esa vocación por la polémica y el choque se torna densa. “Los enfrentamientos constantes pueden erosionar la relación”, advierte la psicoanalista clínica Laura Orsi, de APA.

Carla*, una maestra de 32 años, cuenta: “Mi ex es uno de esos tipos que la ganan o la empatan: jamás le gustaba perder. Nos peleábamos por pavadas, pero la suma de esas tonterías se convirtió en una bola de nieve que se llevó puesto nuestro vínculo”.

Algunas parejas son capaces de disentir sin perder el respeto por el otro porque parecen haber encontrado la clave para hacerlo “en buenos términos”. “Sus integrantes tienen muy presente que lo principal no es ganar la pelea sino preservar la relación. Les importa que el episodio no arruine el vínculo, más que ‘salirse con la suya’. Por eso no gritan, no agreden ni descalifican. Cuando lo que prima es el insulto o el cuestionamiento, la supuesta discusión ‘por una pavada’ en realidad es el pretexto para dañar al otro”, asegura Delgado.

¿Vos y él se “agarran” por cualquier motivo? Delgado recomienda que le prestes atención no solo a lo que dicen, sino a cómo lo hacen. También es importante que reconozcas qué rol juega cada uno en esa situación. “Quizá uno sea el que siempre inicia o termine la pelea, o el que se ocupa de que la discusión no cese”, dice Delgado. Cuanto más conozcas sobre ese hábito, más fácil te será controlarlo.

“Es bueno y necesario tomar conciencia de ese mecanismo que no conduce a nada gratificante, ni siquiera para los que se pelean y luego se reconcilian con sexo”, concluye la psicóloga clínica Laura Orsi, de APA

LA GRAN ESTRATÉGIA

Antes de seguir a los gritos, aplicá la regla de las tres P:

Pensá: ¿Cuánto te va a importar haber ganado esta pelea dentro de dos semanas o de dos meses? Si la respuesta es “nada”, no sigas gastando tiempo y energía en esa discusión. “Está comprobado que para pelear se necesitan dos. Si vos abandonás, él también tendrá que hacerlo: no podrá discutir solo”, asegura Delgado.

Priorizá: Tratá de elegir qué batallas dar y en qué contexto. La elección de un restaurante no es un tema tan importante como el decidir si van a tener o no hijos. “La pelea no es el mejor camino. Lo que comienza de un modo puede terminar de otro muy distinto, y provocar mucho daño”, advierte Orsi.

Postergá: Explicale a tu chico que no vas a seguir peleando. Decile: “Me gustaría seguir hablando sobre esto, pero no así. Mejor, charlemos más tarde”. Es una buena estrategia para poner paños fríos.

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