Si de quejarnos se trata, los argentinos de por sí somos bastante quejosos y desconformes, y si hablamos de parejas, la situación se vuelve aún peor. No hablamos de la elección del compañero, sino que se estima que un 85% de las parejas no están conformes con su vida sexual. La gran mayoría se queja, pero no muchas provocan algo nuevo para generar el cambio.
Al comienzo de la relación la “novedad” lo cubre todo. Cualquier diferencia pasa desapercibida, cualquier anhelo no concedido hasta se esfuma en el aire. Euforia, pasión desmedida, ilusiones.
Cuando nos alcanza la rutina diaria, bajamos a la realidad de todos los días. Sobreviene el stress y asoman las primeras peleas. Elaboramos una lista con infinidad de requerimientos y pedidos para la pareja. Logramos enumerar rápidamente lo que no nos gusta del otro y cada vez nos cuesta más ponernos a pensar lo que sí nos hace feliz. Ese ser que una vez elegimos, parece quedó perdido allá lejos y hace tiempo. Nos dejamos de sentir, de seducir, de cortejar. Parece que la conquista de los primeros días se llevó consigo las ganas.
Nos quejamos porque no sucede y creemos falsamente que no hay nada para hacer. Gran error. El deseo no es siempre espontáneo, ¡Hay que ayudarlo!
Creemos que es algo inevitable, que les pasa a todos y nos quejamos. Cambiemos urgente el chip ¡Hay para hacer algo!
No será un cambio rápido y los resultados no se sentirán instantáneamente, pero es totalmente posible. Lo que hay que tener es verdaderas ganas y dedicación.
Si él no se da cuenta cómo, buscalo, sorprendelo, condimentá tu relación con aromas, aceites comestibles, una lencería nueva. Intentar algo diferente. Todo nuestro cuerpo es un mapa erótico y sensible. Todo el día cuenta para la seducción. La pareja puede revivir en cualquier momento. Sólo basta con tener ganas de que algo mejore. Accionar, animarse. Volver al juego y desearse mutuamente.






















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