¿Sos una disculpadora crónica?

Con tu novio, tu jefe, tu mejor amiga… ¿Cuántas veces te justificaste en lo que va del día, sin haber hecho nada malo?

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¿Sos una disculpadora crónica?

Primera escena: una chica se disculpa por hacer una pregunta “tonta” en una reunión laboral. En la siguiente, una mujer entra en la oficina de un colega y le pide perdón por interrumpirlo. La otra secuencia sucede en una sala de espera: un hombre toma asiento junto a una mujer, le roza el brazo, y es ella quien dice “disculpas”. Esas imágenes forman parte de la publicidad de una marca de productos para el pelo que causó furor en los Estados Unidos (solo en YouTube fue vista por casi 16 millones de usuarios). Hasta acá, las situaciones resultan más o menos conocidas. Lo que sorprende es la segunda parte de ese comercial: se repiten las mismas escenas, con una variante: las mujeres eliminan la palabra “sorry” de su vocabulario. Aunque resulte increíble, esa mínima omisión alcanza para mostrar una imagen más power de cada una.

¿Por qué las mujeres pedimos perdón mucho más que los varones? Incluso de manera involuntaria, pronunciamos esa palabra sin necesidad, ya sea para empezar una conversación, mostrar un punto de vista diferente o, incluso, para pedir ayuda.

Un mal hábito

“Así como hay personas que jamás se disculpan, aunque debieran hacerlo, hay otras que por cualquier insignificancia dicen ‘perdoname’. Y uno se pregunta: ¿por qué, si no hizo ni dijo nada inoportuno? Es muy probable que se trate de alguien con baja autoestima o que en un pasado realizó algo que considera imperdonable, y por eso pena y se disculpa con quienes nunca entenderán el motivo de su insistencia”, explica la psicoanalista Adriana Guraieb, de la Asociación Psicoanalítica Argentina. “Quizá valdría más la pena tomar contacto con lo que la aqueja de verdad y actuar, en lugar de repartir disculpas”, dice la psicoanalista.

Un estudio reciente publicado en la revista Psychological Science, de los Estados Unidos, asegura que la tolerancia femenina en relación con lo que se considera ofensivo o molesto es menor que la de los hombres, y actuamos en consecuencia: pronunciamos la famosa palabra “disculpas” de manera automática porque suponemos que a los demás también les incomodan ciertas cuestiones triviales.

Ir por la vida pidiendo perdón no te beneficia, al contrario. Al justificarte todo el tiempo te mostrás como una mujer débil.

Don’t worry

Okay: las disculpas son parte de los buenos modales, pero reservalas para cuando sientas que de verdad metiste la pata. ¿Tu jefe esquiva la conversación sobre un aumento de sueldo? No le pidas perdón por insistir sobre un tema que para vos es fundamental. ¿Te equivocaste? Suele suceder, no te des palos por eso. Pedir perdón no conduce a nada: demostrá con un hecho que estás arrepentida y que aprendiste de tu error.

“Solemos tener sentimientos ambivalentes, de amor-odio, con respecto a las personas más cercanas. De alguna manera, la disculpa tiene que ver con un encubrimiento de lo hostil”, asegura el psicoanalista clínico Harry Campos Cervera, de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Según este especialista, pedimos perdón por esos sentimientos que escondemos o que minimizamos.

Disculpas por nada

Volvamos a la primera escena del video, en la que una mujer pide disculpas por interrumpir una reunión para hacer una pregunta. Antes que nada, ella debería recordar el motivo por el que está ahí: es probable que sus opiniones sean tan válidas como las de cualquier otra persona que se encuentra en la sala, o que la interrupción esté motivada en que lo que tiene para anunciar es del interés de quienes la oyen.

Según los especialistas, antes de hablar solo deberías decir “permiso”. Sos tan inteligente como tus interlocutores, te mostraste abierta a debatir ideas, y es posible que hagas la pregunta que tus colegas no se animaron a formular. En vez de sentirte inferior (eso solo aumenta tu ansiedad e inseguridad), reconocé tus cualidades y tus logros, y recordá lo competente que sos. ¿Vas a pedir disculpas por eso? Obvio que no.

Hace un tiempo, Ana Inés Manes, una maestra y estudiante de Psicología de 26 años, estaba mirando una película con su novio y lo pisó sin querer. Al toque, se le cayó un vaso, luego se tropezó con un cable y la tele se apagó.“Fue una seguidilla de actos algo cómicos, y yo no dejaba de disculparme. En un momento, él me dijo: ‘¡Dejá de pedir perdón por cualquier pavada!’”. Esa frase hizo reflexionar a Ana Inés. “Creo que me disculpo demasiado por la educación que recibí, en la que el mandato era ser respetuosa y cordial con el otro. Pero también porque tengo inseguridades y quiero agradar a los otros. Además, como soy muy autoexigente, hasta el más mínimo error me resulta considerable. Ahora me propuse pedir perdón solo cuando sea necesario”, cuenta Ana Inés.

Un giro de 180°

Como ella, vos también podés dejar de ser una “disculpadora” crónica. Para eso, “es fundamental comprender la razón de tu impulso”, dice Campos Cervera. Según Guraieb, debés ser consciente de por qué siempre necesitás pedir perdón. Retrocedé hasta tu infancia. “Quizá no te permitían hablar espontáneamente y tenías que pedir permiso para expresarte”, sugiere la especialista. “Es importante registrar si temés ser criticada por lo que decís: ese puede ser el motivo de la falta de seguridad en vos misma”, asegura Guraieb.

Mientras leías esta nota, quizá hayas sentido la necesidad de disculparte por tu costumbre de pedir perdón. Respirá profundo y controlá tu impulso: no tenés que justificarte más. 

Reseteá tu mente

Podés ser amable sin recurrir a la palabra “disculpas”.

Llegaste tarde a una reunión

En vez de decir: “¡Perdón, había mucho tránsito!”.

Agradecé: “Gracias por la espera. ¿Qué me perdí?”.

Solo debés disculparte si: 

No llegás a la reunión.

Una amiga necesita hablar con vos

En vez de decir: “¡Ay, me quiero matar! Hoy no puedo”. 

Proponé: “¿Mañana está bien para vos o preferís que almorcemos el finde?”. 

Solo debés disculparte si:  

No podés verla en las próximas semanas.

Vas a salir del trabajo tarde y tenés que cancelar tu cita

En vez de decir: “Amor, perdoname: tengo que terminar un informe y no llego. ¡No te enojes!”.   

Explicá: “Tenemos que reprogramar la salida de esta noche porque hay una emergencia laboral. Pero prometo que voy a  compensarte”.

Solo debés disculparte si: 

Es una fecha significativa.

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