Lali Espósito, una Chica Cosmo

Es figura en más de 20 países, y en la Argentina ya agotó 40 funciones de la versión teatral de Esperanza mía (El Trece). Íntima, revela cómo rockea el éxito: sus escapes secretos, por qué se niega a la terapia, las críticas frente al espejo, la idea de radicarse en el exterior y hasta de cantar tangos, el sexo en tiempos de estrés y las desopilantes extravagancias de una popstar que admite: “¡Como diva soy un embole!”.

Sebastián Soldano

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Lali Espósito, una Chica Cosmo

“Siempre me pregunté por qué me había tocado esta vida”, revela. A los 9 abrió un diario personal –que aún atesora– “en el que escribía interrogantes como: ¿Quién soy?, ¿Por qué nací en esta familia?, ¿Por qué mi destino es tan distinto al de mis hermanos?”. Y a los 13, cerró el libro Muchas vidas, muchos maestros, un tanto más liviana: “Todas mis dudas ya tenían respuestas”. Entre las páginas de aquel texto en el que Brian Weiss habla de los mensajes de sabiduría y conocimiento de nuestras vidas pasadas, Lali Espósito (23) asegura haber encontrado su propia religión. “¿Viste cuando buscás algo en qué creer? Yo dije: somos almas en aprendizaje y esta es la filosofía con la que quiero encarar la vida”. Y hoy está convencida: “Exploto de juventud, pero mi alma es vieja. La madurez que muchos me elogian y toda esta energía que me trajo hasta acá deben venir de un registro anterior”.

Jamás terminará la ensalada de rúcula, tomates cherries, clara de huevo y dados de
muzzarella que nos separa: otra víctima del cronómetro en este break polkeano (la entrevista se hace en una pausa de la grabación de Esperanza mía, en Pol-Ka). “¡Uff!”, exhala al desarmarse en la silla. Y mientras sucumbe a su T.O.C. –chequear su dentadura “porque siempre creo que tengo un verde”– repasamos su agenda en números. Descanso neto: cuatro horas diarias. “¡A las 6:45 suena esa alarma inmunda!”, que tuvo que cambiar porque el tema de David Guetta –su recurso anterior– se inmiscuía en sus sueños “y era tan disfrutable que nunca me despertaba”. A las 7 sube al taxi, tras 8 minutos de ducha. 10:30 desayuna dos tostadas (con queso y mermelada) y “litros de mate dulce, cebados por mí… ¡qué buenos me salen!”. El personaje de Esperanza le toma hasta las 18:30 y desde las 19 se ocupa de sus proyectos musicales o intenta “comenzar otro libro”, alternando el escenario del Opera Allianz (el programa de tevé también tiene su versión teatral). El pijama vuelve a su cuerpo a las 2 am, después de haber visto el capítulo del día de su tira on-line, “solo así me quedo dormida”.

¿Cuál es tu salvavidas en el tsunami Espósito?

El asado del domingo en casa de mis viejos (en Banfield): LA VERDAD está en esa mesa. Ahí soy una más: un gol de mi hermano o una palabra nueva de mi sobrino son tan importantes como un teatro lleno. Son dosis de charlas vitales para no perder el foco. Ese entorno sencillo, de clase media, definió quién soy. Y ningún suceso podrá borrarme ese ADN.

 ¿La soledad se hace desear?

Cuando estás todo el tiempo rodeada de gente que te halaga, el ego escala alto. Entonces la soledad, que te conecta a tu crudeza y a tus miserias, no es muy digerible. Hoy la tolero porque viene cortita… Por ahora nos miramos, coqueteamos, pero no somos íntimas amigas.

Como con la terapia. ¿Seguís negada al diván?

Sí. No elegiría hacer terapia, aunque tuviese tiempo libre. Todavía me da miedo tocar esa tecla, prefiero seguir un ratito más en el wing de la “inconciencia”, de este disfrute casi lúdico. Como cuando bailaba frente al espejo. ¡Bueno, todavía lo hago! (se ríe).     

Del poder económico, sí estás consciente.

Todavía soy muy culposa con la plata. Nuestra relación es distante. Muchas veces tienen que hacerme entender: “Lali, mirá que esto te lo estás ganando”. A los 14 hice un clic: me di cuenta de que había mucha diferencia en casa, que con mi trabajo podía pagarles vacaciones a mis viejos. Lo importante no era la plata, sino lo que era posible hacer con ella. Hoy me la administran, porque soy desastrosa y gran parte de lo que gano lo invierto en técnica para mis shows.

Éxito y ambición suelen venir en combo. ¿Cuál es tu gran aspiración?

No tengo idea. Lo imposible no me hace soñar. Soy cero romántica con las metas. Broadway no me interesa y Hollywood me parece un horror.    

¿Consideraste la idea de probar suerte en otras tierras?

Estoy convencida de que en algún momento de mi vida voy a radicarme en el exterior, no por elección personal, sino porque sé que la música va a expandirme. Al menos, quisiera que fuese por eso y no porque el país se vaya a pique…

¿Qué le falta a la Argentina?

Verdad. No sé si es posible la transparencia en la política…¡Qué extraña es! Hay tanto en juego y tantos tan ambiciosos, que pensar que algo cambie es una ingenuidad. Da bronca que el argentino deba resignarse a ser remador. ¿Es mucho pedir que haya madres que ya no pierdan más hijos o que el trabajo finalmente nos rinda?

¿Cruza la idea de tomar parte en alguna acción política o social?

Yo colaboro desde hace tiempo y en lo que puedo, sin dejar que nadie me ligue a ningún partido. Es una cuestión de humanidad que me hace muy feliz. Tengo familia en Santiago del Estero y me enteré de un comedor (Ojos de cielo), desprovisto de todo y en medio del campo, que nucleaba a 200 chicos. Hace poco terminamos de construirlo, conseguimos ropa y alimentos. Fue el primero. Yo creo en eso, y no en poner la cara en campañas políticas. De hecho no entiendo a los colegas que lo hacen. La cara de un actor es sagrada, debe estar solo en función del arte.

El éxito también aburguesa. ¿Cómo despuntás el divismo?

¡Como diva sería un embole! Recién ahora me quité la vergüenza de pedir. ¿Y sabés qué? Té de jengibre y una pastilla de miel en mi camarín. Hay un concepto que me interesa desterrar: “la estrella destrata”. Me cuesta entender que haya actores con mucha más carrera que yo que no tengan claro que un asistente o un iluminador son tan laburantes como nosotros y que sus tareas son complementarias. ¡Que nos hacen ser! Perder el sentido común me aterra.

¿Cuál fue tu última extravagancia?

Haber cancelado el trabajo de una mañana de fin de semana para salir con Benja (Amadeo, 31) al almacén, armarnos un gran desayuno americano como para diez personas y disfrutarlo en pijamas.

Nombrame tus tesoros materiales.

El vinilo de Thriller (Michael Jackson); los premios Gardel (N. de la R.: dos, por su disco A bailar); y el casette de tangos que grabó mi abuelo Coco, así muy casero. Aunque murió cuando yo tenía dos años, es muy especial para mí. Tal vez por el fanatismo que me inculcó mi viejo (Carlos –entrenador de fútbol–, quien solía despertarla de madrugada para charlar sobre la vida), tengo un Edipo no resuelto.

¿Vas a animarte al tango?

Sería un buen homenaje.

¡Uy, cómo lloraría papá! Siempre amagué y hoy te confirmo: muy pronto voy a grabar tangos para un nuevo trabajo. Van a sorprenderse. Tal vez elija alguno de Tita Merello. Ella me divierte mucho, y ¿sabés?, en algún punto nos parecemos. Porque como yo, no era una gran cantante, sino una buen habladora, bien apasionada. Y sí, yo no soy Whitney Houston, si no tomo mis clases de canto estoy al horno.

¡Ey! ¿Y la autoestima?

¡Bien arriba! Lo único de altura que me tocó. El éxito refuerza la confianza, pero conozco mis límites: puedo aceptar la invitación de Ricky Martin para cantar con él, pero si me ofrecen desfilar alta costura. Y… No, negro.

¿Sos muy cruel frente al espejo?

He vivido algunas crisis. Una también labura de estar linda y ahí destaco el rol de mamá. Ella me clavaba el plato de fideos y me decía: “¡Estás trabajando mucho, te serví otra vez y los vas a comer!”. De haber estado sola, tal vez me hubiese mal-mambeado.

¿Te gustás?

No sé si me gusto, pero sí que me quiero mucho. Hoy estoy más honesta conmigo misma, más atenta. Ya no me permito el “uy, es tarde, almuerzo después”. Me impongo el tiempo y me exijo hasta el control de mi peso. Me hice amiga de lo natural (N.de la R: evita los fritos y las carnes rojas durante la semana, pero no puede resistirse al chocolate), y para la belleza prefiero el camino largo.

¿La altura es un complejo?

¡Diez centímetros más de pierna!. ¡Solo diez pedía! Con el tiempo pude capitalizar el complejito en actitud. Entendí que le debo mucho a estos centímetros, porque me hicieron pelar otras cualidades: la suerte del petiso, si no llamamos la atención, nadie nos ve.

Su cielo salvador

¿En el amor? ¡Soy una estúpida!”, bromea. “Pero el romanticismo no me da como para Susanita”. En cinco años de noviazgo puede jactarse: “Benja y yo nunca discutimos. Nuestros amigos creen que tenemos doble vida y que frente a ellos actuamos de felices”, dispara. “Yo soy una tana calentona y él es todo un Buda. Las energías matchean: yo lo subo, él me baja. Es mi refugio, me limpia con su energía”.

Y conversando sobre el momento en el que la adultez le hizo clic, Lali admite que el destinatario de su tema “Cielo salvador” fue clave. “Si bien noté que había crecido al tomar la decisión de irme a vivir sola, a los 18, empecé a sentirme mujer al lado de Benja, porque él ya era todo un hombre. No creo que alguien pueda amarme tanto”.

¿Cuánto cuesta que la pareja sobreviva al torbellino?

Cualquier cosa sobrevive con amor y “piolez”. Pero la clave está más allá del éxito. Yo no concibo la pareja en términos de obligaciones: “tengo que sacarla a cenar”, “tengo que regalarte tal cosa” o “no olvidar tal fecha”. Somos muy relajados, no hay regalitos, ni rutinas típicas. Por ahí si caigo en su departamento (a cuadras del suyo, en Palermo) lo encuentro cocinando para los dos. O si le pido que de camino a casa me compre algo, suma al pedido mi chocolate favorito. Miramos la pareja en términos de elección: “hoy te elijo, mañana vuelvo a elegirte”. Tengo pánico de perder esa capacidad de opción en cualquier aspecto de la vida.

En una pareja pop, ¿cómo articulan las inseguridades?

No nos atosigamos con los celos. Como te decía, la clave está en cuán piola es tu pareja. Y sí, es una realidad: entre tanta gente alrededor, nunca faltan los desubicados que te tiran onda. Pero no llegan a terminar la frase que se dan cuenta de que se equivocaron mal. Juro que no me ofenden, me dan ternura: por lo general buscan un lugar al lado de “la estrella”, y yo soy cero atractiva para quienes buscan “ser”. Hay mucho oportunista.tun

En tu agenda, ¿queda energía para el sexo?

¡Mucha!  Si el sexo no tiene un lugar importante, te convertís en robot: es una gran parte del disfrute de la vida.

¿Y dominás ese aspecto como cualquier escenario?

En el sexo soy muy libre, desprejuiciada…¿“gauchita” está bien para Cosmo? (Se ríe).e)  Matrimonio y maternidad, ¿qué tan lejos están?

El casamiento no me significa nada más que una buena fiesta, si es que pinta. Y ser mamá, ni soñarlo hasta después de los 30. Tengo demasiado que hacer hasta esa fecha. No quisiera faltarle a un hijo. Ojo, tal vez este mundo no me convenza tanto como para tener uno, pero voy a intentarlo. Quiero exprimir los 20, luego habrá tiempo de reinventarme.

Éxito de autor

Alguien dijo alguna vez que para tener éxito en la vida uno debe parecer loco y ser un sabio. Lali aclara: “De loca tengo bastante”. Pero agrega:  “La sabiduría se basa en las buenas decisiones”.

¿Qué claves capitalizaste en doce años de “corta” carrera?

Cris (Morena) y Adrián (Suar) me enseñaron a ser observadora, exigente, cultora del trabajo de obrero. Muy a lo Madonna, pendiente de hasta dónde poner el seguidor para verme potenciada. Porque yo me hago la linda para la foto, pero estoy al tanto del back. Porque el artista también es lo que hay detrás, no creo en los que van del avión al escenario; no intento parecerme a nadie, no tengo pose, no me pongo la careta que la gente quiere ver, ni me pierdo entre las pieles que me exige el oficio. Aunque parezca (se señala de arriba hacia abajo), ¡no me achico con nada! Me gusta salir al escenario sin saber cuán llena está la sala, porque esa humildad te potencia la sorpresa.

¿Cuánto miedo da ser “la chica del momento”?

En realidad, a lo que le tengo pánico es a verme, en algún momento de mi vida, haciendo lo que no quiero por buscar el resultado que alguna vez tuve. ν

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