1- No lo minimices… es una cirugía
Quien encara un cambio de este tipo como una simple visita a un salón de belleza, comete un grave error. “Estamos hablando de un procedimiento que requiere de exámenes preoperatorios, como análisis de sangre completo, una mamografía, una evaluación cardiológica y, eventualmente, una radiografía de tórax y un análisis de orina. Sin mencionar que es una cirugía que dura aproximadamente una hora y que cuesta entre 3.000 y 5.000 dólares”, explica el cirujano Carlos Van Thienen, director de la clínica que lleva su nombre.
Además, como cualquier otra operación, tiene riesgos que no deben ser ignorados. “Entre las complicaciones pueden aparecer hematomas, infecciones y dehiscencia (abertura de la sutura). Al mes puede aparecer un seroma, que es la acumulación de líquido linfático en el bolsillo y, entre los dos meses y el año, puede haber contractura capsular, lo que implicaría el retiro del implante”, sostiene el cirujano Rodolfo Venegas, especialista en cirugía plástica. Por eso es indispensable elegir un profesional serio, que cuente con un buen equipo de anestesistas y que además sepa aconsejar a la paciente un tamaño acorde a su contextura física. “Para que el resultado sea exitoso, es ideal que la mujer se pruebe prótesis externas debajo del corpiño, con el fin de ver cómo va a quedar cuando se opere. Los implantes van de 220 a 500 centímetros cúbicos, pero los que más se utilizan son los de entre 220 y 330, que equivalen a un 90-95”, afirma el cirujano Guillermo Blugerman, director de la Clínica B&S.
2- Quizá haya una segunda vuelta
Definitivamente no podés pasar por alto este dato si estás pensando en ponerte tu nueva pechera y si, encima, le tenés pánico al bisturí. Es que, si bien los modelos de prótesis modernos están hechos para durar toda la vida, lo cierto es que hay ciertas situaciones que hacen que tengas que reemplazarlos. “Básicamente cuando se produce el encapsulamiento de las siliconas o cuando, por el proceso de envejecimiento, tienden a ponerse flácidas y hay que levantarlas”, asegura Blugerman. De ahí la importancia que mantengas un contacto fluido con tu cirujano una vez que te operás. También es imprescindible que te hagas exámenes mamarios una vez por año.
3- ¿Detrás o adelante del músculo?
El implante puede colocarse detrás del músculo pectoral o delante del mismo (y detrás de la glándula mamaria). Todo depende de cada caso concreto. “El primer procedimiento es indicado para pacientes muy flacas, con muy poca glándula, que prácticamente son chatas”, especifica Ferreira y agrega “de todas maneras, en el 80 por ciento de las operaciones el implante se coloca delante del músculo porque otorga un resultado estético más natural, ya que las prótesis se fusionan con la glándula mamaria y dan lugar a una mejor caída, no tan artificial. Además, esta técnica es menos invasiva y más rápida que la anterior”.
4- Siliconas sin riesgos
No hay estudios certeros que indiquen que las prótesis mamarias provoquen cáncer. De hecho, una investigación difundida por el Comité Europeo de estudio de la calidad y seguridad de los instrumentos utilizados en las cirugías plásticas, demostró que no existe ninguna relación causal entre los implantes rellenos con gel de siliconas y ciertas enfermedades, como el cáncer de mamas.
Por otro lado, es un mito que los implantes deban colocarse detrás del músculo pectoral para facilitar las mamografías. Simplemente, a la hora de hacerte este estudio recurrí a una clínica que cuente con aparatología moderna, con el fin de poder realizarte un examen exhaustivo de tus lolas.
5- El día después (o la semana, o el mes)
Normalmente, la mayoría de los cirujanos realizan la operación de lolas con anestesia local, complementada con sedación para que la paciente esté tranquila durante el gran momento.
Vale desconfiar de aquellos que dicen que no se siente ningún dolor porque lo cierto es que los primeros días cualquier mujer sufre la sensación de estar cargando un piano sobre sus pechos y, en el peor de los casos, puede sentir dificultades para respirar. Además de esos dolores indeseados, las lolas se ponen enormes a causa de la hinchazón. Por eso, lo ideal es evitar conducir los quince días siguientes a la operación, y no ir al gym a hacer fierros durante un mes. En los primeros tiempos, además, es prácticamente imposible dormir boca abajo. “Por otro lado, la sensibilidad al tacto puede alterarse durante seis meses en ciertas zonas de la mama”, dice Van Thienen. Así que ya sabés: pedíle a tu hombre que se resigne a esperar un poquito más que te mime como a vos te gusta … y él disfruta.


					
















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