Cuando era más chica y tenía opiniones radicalizadas sobre casi todo (hasta los 25, más o menos, lo normal es ver el mundo blanco o negro), detestaba los días de San Valentín, de Halloween y de la Mujer. Las tres fechas me parecían comerciales por igual y, en el caso del Día de la Mujer, además consideraba que lograba exactamente lo contrario que se buscaba: en lugar de afirmar la igualdad de género, nos discriminaba. Pensaba que al asignarnos un día en particular era como si los hombres nos dijeran: “Okay, chicas, ya tienen el 8 de marzo para ustedes. Déjennos seguir dominándolas los otros 364 días del año”.
Por suerte el tiempo suele hacernos más sabios, y en mi caso eso significó –entre otras cosas– empezar a ver la amplia gama de grises que hay en las conductas humanas. En el tema de las celebraciones y homenajes ese cambio de visión significó entender que, si una fecha es comercial pero sirve para hacernos tomar conciencia, divertirnos, agasajar al prójimo, reunirnos con gente querida o, como el 8 de marzo, celebrar la conquista de derechos, ¡bienvenida sea la fecha!
Cuando se trata de recordar que hubo mujeres que dieron sus vidas por mejorar las de todas nosotras, oponerse es una injusticia, además de una tontería.
En 1977, Naciones Unidas instituyó el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. La fecha ya existía desde 1910 como “Día Mundial de la Mujer Trabajadora”, en reclamo del sufragio universal y de derechos laborales, aunque con los años se sumaron otros motivos, como el homenaje a las 140 obreras textiles que murieron en una fábrica de camisas en Nueva York en 1911 (lo que llevó a las autoridades a revisar las condiciones de trabajo femenino) y la situación de las mujeres en las guerras. Es decir, el 8 de marzo tiene poco y nada de fecha comercial. Es nuestro día, el de todas nosotras.
Este año hay elecciones nacionales en la Argentina y queremos saber qué propone cada corriente política en materia de género. Entrevistamos a seis legisladoras jóvenes (diputadas y senadoras) y sus propuestas.
El camino que iniciaron nuestras antecesoras todavía está trazándose. Hay leyes que faltan y otras que deben reescribirse, pero el cambio también depende de nosotras mismas. Informarte y dar tu opinión es un paso más para lograrlo.
Hasta la próxima Cosmo,
María José Grillo
Directora Editorial
























Comentarios