Estas mujeres exitosas cuentan cómo capitalizaron una mala experiencia.
HAY QUE INDAGAR ANTES. VERO ALFIE: Diseñadora de moda (www.veroalfie.com).
“Hace nueve años, abrí un local en Las Cañitas porque la zona me parecía lindísima. Al principio funcionó, pero al poco tiempo empezó a decaer. Pese a todo, lo mantuve durante dos años, con la esperanza de que la situación se revirtiera. Mi gran error fue pensar que podía cambiar la tendencia de un barrio en el que siempre prevaleció la oferta gastronómica: la gente no iba ahí para ver ropa, sino para comer. Estar en una zona en la que no tenés competencia es absurdo: ¿quiénes van a ir hasta ahí solo para verte a vos, cuando en otro lugar encuentran muchas más opciones? Hay que ir a la cuadra estratégica, en la que haya locales con propuestas similares a las propias. Entonces, me mudé a la calle Armenia, en Palermo, y ahí compartí un local con mis socias de Tienda Tres”, cuenta Vero.
A NO SER DEMASIADO CONFIADA. MARÍA LUZ PRÍNCIPE: Diseñadora de calzado (www.luzprincipe.com.ar).
“Hacía más de tres años que estaba en el mercado del calzado y, si bien me gustaba lo que producía, tenía ganas de hacer algo nuevo. Varias clientas me sugirieron que diseñara un modelo con base de goma, y les hice caso. Fabriqué 200 pares, lo que para mí era tirarme a la pileta porque mi negocio era superchico. Como estaba muy segura de que nada iba a fallar, esa vez no hice pruebas de testeo. Vendí muchísimos pares y me sentí una genia, hasta que las clientas volvieron al showroom con el zapato en la mano: las bases se despegaban. Saqué de la venta los pares que quedaban, que ahora están guardados en una baulera. Aunque la experiencia fue un desastre, me sirvió para descubrir mi impulso creativo. Diseñé otras líneas, las probé todas y las fui lanzando al mercado. Así consolidé mi estilo. Ya pasaron doce años de ese error que fue fundamental para mi crecimiento”, asegura Luz.
A PREVER. VANINA D’ANTONI Y FLORENCIA MOLDES RUIZ: Diseñadoras de lencería (www.lagarsonie.com).
“Cuando comenzamos con la marca nos interesaba tener más variedad de modelos que cantidad de prendas, así podíamos atraer diferentes targets de clientas. Diseñamos una colección con una paleta muy variada de colores, sin tener en cuenta el proceso de producción que eso requería. Cuando llegó el momento de fabricarlas, no conseguíamos talleres que quisieran hacerlo porque había que cambiar las bobinas de hilo en cada prenda, lo que demandaba muchísimo trabajo y tiempo. Eso generó una crisis y fue necesario replantearnos todo. Decidimos usar solo tonos negro, hueso y beige: nunca imaginamos que eso se convertiría en el identificatorio de La Garsonié. Lo que en principio fue una metida de pata nos permitió posicionarnos en el mercado”, cuentan.
SE NECESITA UN PLAN. MARINA PONZI: Creadora y CEO de la comunidad de networking Ladies Brunch (www.ladiesbrunch.com.ar).
“Durante muchos años trabajé en relación de dependencia, como coordinadora de Comunicación y Marketing On-line de la fundación Voces Vitales Argentinas (trabaja para promover el liderazgo femenino), del banco virtual ING Direct y de la empresa de investigación de mercado on-line Livra. La verdad es que me molestaban los horarios fijos, pedir permisos y dedicar la mayor parte de mi tiempo a generarles ganancias a los demás. Entonces, decidí independizarme: creé Ladies Brunch, la primera comunidad de networking y capacitación para mujeres emprendedoras. Cuando comencé este proyecto estaba convencida de que, con tanta experiencia, yo la tenía reclara y no necesitaba pedir ayuda. No tomé en cuenta dos cuestiones fundamentales al iniciar una empresa, como son el armado de un plan y un modelo de negocio a largo plazo. Los primeros dos años no logré buenos resultados porque no tenía un norte definido. Eso me hizo abrir los ojos: tenía que invertir en consultoría para orientarme y para crecer. Cuando lo hice, mi proyecto avanzó a grandes escalas”, dice Marina.
SABER NEGOCIAR. SOFÍA SALAS: CEO de la compañía DDN Central de Seguros (www.ddncentral.com.ar).
“Empecé a trabajar como broker de seguros y, luego de algunos años, logré una cartera de clientes muy interesante. Cuando decidí cambiarme de compañía, cometí un error gravísimo: no negocié llevarme conmigo esos contactos (una práctica que es usual en mi rubro). Entonces, tuve que empezar de cero: invertí mucho tiempo y esfuerzo para tener nuevos clientes. Tiempo después, cuando me convocaron de otra compañía, solicité un contrato que incluyera una cláusula que especificara que los clientes que yo llevaba eran personales y que, si en algún momento me iba de la empresa, me los llevaría. ¡Menos mal que lo hice! Al tiempo, me enteré de que otra compañía (DDN) estaba en venta, y decidí comprarla con su ‘plataforma de clientes’ incluida. Aprendí de aquel antiguo error”, explica Sofía.
HAY QUE REVISAR UN EMAIL ANTES DE ENVIARLO. NURIA DOCAMPO FEIJÓO: Directora asociada de la agencia Húngara Comunicación (www.hungaracomunicacion.com).
“Trabajaba como editora de contenidos en una empresa y una de mis tareas era enviarles un reporte diario a mis superiores, que estaban en distintos países latinoamericanos. Mis compañeros me pasaban los Excel, yo los revisaba y los mandaba. Un día, el gerente de Colombia me escribió para preguntarme qué significaba la palabra ‘orto’. Estaba leyendo ese e-mail cuando mi jefa argentina me tocó el hombro: ¡ella también había leído el informe! Resultó que, en el apuro, yo revisé el Excel pero no el título, que era: ‘Reporte del orto’. ¡Me quería morir de la vergüenza! Así aprendí a prestar atención a la tarea que estoy haciendo. Ahora, que manejo mi propia agencia de comunicación, cuido mucho los detalles. Y, por supuesto, jamás envío un e-mail sin darle una lectura final. Creo que ese tipo de cuidados hace la diferencia”, asegura Nuria.



























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