Tu abuela tiene hipertensión; la hermana de ella tuvo diabetes; y el hermano de tu papá, colesterol alto. Seguramente, vos estés convencida de que son dolencias de “personas mayores”. Error: diversos estudios indican que cerca del 25% de las mujeres de entre 20 y 40 años sufre hipertensión arterial, entre el 5% y el 6% padece diabetes, y un 18% registra colesterol LDL (malo) elevado. Cuando estas tres enfermedades se manifiestan juntas se habla de un síndrome metabólico (SM), un combo que multiplica el riesgo de sufrir cardiopatías, diabetes tipo II, accidentes cerebrovasculares, enfermedades renales y mala circulación en las piernas.
Específicamente, ¿qué causa este síndrome? “Es el resultado de un defecto en la regulación de insulina sobre los hidratos de carbono. A esa alteración se la denomina ‘resistencia a la insulina’”, explica el médico clínico Ramiro Sánchez, jefe de Hipertensión Arterial y Unidad Metabólica del Hospital Universitario Fundación Favaloro. La insulina es una hormona que permite que las células del organismo dispongan del azúcar (o glucosa) necesaria para los procesos de gasto de energía. Cuando sufrís SM se elevan los niveles de grasa (ácidos grasos y triglicéridos) y de azúcar en la sangre.
Uno de los mayores problemas de esta enfermedad es que puede pasar inadvertida. “A veces, los síntomas de ese cuadro se manifiestan después de años”, advierte el cardiólogo Gustavo Giunta, especialista en lípidos y arterosclerosis del Hospital Universitario Fundación Favaloro. Por eso, tenés que estar atenta. “Si alguien no se controla la presión cada tanto, no puede estar tan seguro de que sea normal. Algunas pacientes tienen un valor de colesterol elevado y, sin embargo, no hay síntomas que las hagan sospechar que algo no anda bien. Lo mismo sucede con la glucemia. Por eso es tan importante la consulta con el médico, ya que permite un diagnóstico precoz”, advierte Giunta.
Una pesada carga genética
El síndrome metabólico suele manifestarse con dos características físicas muy notorias, como el sobrepeso y un perímetro de cintura notable (en las mujeres, superior a los 85 centímetros). Pero ojo: aunque seas delgada, igual podés padecerlo. Los especialistas advierten que un gran porcentaje de enfermos (entre el 20% y el 30%) no son obesos. “Esta patología está muy vinculada a nuestra carga genética: los antecedentes médicos familiares (sobre todo los de primer grado, como padres y hermanos) son un dato esencial”, asegura Giunta. ¿En tu familia hay casos de colesterol alto, diabetes o hipertensión? Entonces, conviene que hagas un chequeo médico cada seis meses. De lo contrario, alcanza con un control anual. “Detectar este síndrome es vital, ya que duplica el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares y triplica el de diabetes”, explica el doctor Sánchez.
Usualmente, el SM se diagnostica mediante un análisis clínico: si se presentan alteraciones en los valores normales de la presión arterial, de la glucemia (glucosa) en ayunas, del colesterol HDL y del nivel de triglicéridos, seguramente tu médico te recomendará cambios en tu estilo de vida y, llegado el caso, te recetará algún medicamento.
Los hábitos claves
Se estima que cerca del 10% de la población argentina padece SM. “La proyección es que, en los próximos 50 años, esa cifra se duplique”, advierte Sánchez. ¿El motivo? Cada vez nos alimentamos peor y nos movemos menos. Las últimas estadísticas realizadas en el país revelan algunos déficits de nuestra alimentación: el 64,3% de los argentinos no consume frutas a diario, y el 62,4% tampoco ingiere verduras todos los días. Los médicos recomiendan evitar la comida “chatarra”. El consejo no es caprichoso: el exceso de sal y la abundancia de hidratos de carbono, ácidos grasos saturados y trans, por ejemplo, son cuest iones que, a mediano o largo plazo, afectan tu salud. Además, estas dietas de c omidas rápidas suelen ser hipercalóricas. “Nuestro país no escapa a la epidemia de obesidad mundial: 18% de los argentinos son obesos”, advierte Giunta. El doctor Sánchez señala que, para prevenir el SM, es fundamental que tu dieta incluya verduras, proteínas (pescado, pollo y carne vacuna, en una proporción equi l ibrada) e hidratos complejos (como la pasta, el pan y la papa). En cambio, debés reducir las grasas y los hidratos de carbono simples, y evitar el consumo elevado de azúcares simples, de helados y de bebidas azucaradas. Si estás genéticamente predispuesta a la obesidad, también debés moderar el consumo de frutas con elevado contenido de sacarosa (como banana, pera, melón, uva, durazno y ananá). Ojo con el alcohol: aumenta la grasa abdominal y favorece la acumulación de grasa en el hígado.
Los especialistas advierten que los malos hábitos alimentarios suelen estar acompañados de una muy escasa actividad física . El sedentarismo es uno de los mejores aliados de la obesidad. ¿Hace mucho que no entrenás? En ese caso, el doctor Sánchez recomienda que empieces por caminar (a marcha rápida) unas 30 cuadras diarias. Después de hacerlo durante algunas semanas, vas a sentirte más liviana y ágil. Ese será el momento indicado para incorporar una rut ina de ejercicios aeróbicos (podés nadar o andar en bicicleta durante una hora) dos o tres veces por semana.
Cuidarte es quererte
Durante mucho tiempo se pensó que, por una cuestión hormonal, las mujeres en edad fértil tenían menos probabilidades de padecer problemas cardíacos que los varones. “Es cierto que la protección estrogénica demora la aparición de enfermedad en ellas, pero retrasar no es lo mismo que suprimir. Hoy sabemos que deben cuidarse igual que los hombres, porque el riesgo y el perfil de factores de riesgo que generan la enfermedad es muy similar. Ciertas condiciones que podemos considerar nocivas (como el consumo de tabaco, los ambientes laborales altamente estresantes y competitivos, la mala alimentación y la obesidad) afectan por igual a ambos géneros”, asegura Giunta. Tus sentimientos también impactan en tu salud. “Las emociones pueden desencadenar el síndrome metabólico. Aunque no lo generan por sí mismos, el estrés, la ansiedad y la angustia anticipan la aparición del cuadro. Las mudanzas, los divorcios y el fallecimiento de un ser querido posiblemente sean los factores que más te afecten. Si no encontrás la forma de superar un problema o de afrontar un duelo, te conviene consultar con un terapeuta”, asegura Giunta. Es importante que sepas que lo que hoy hacés o no hacés repercutirá en tu corazón dentro de 20 o de 30 años. Si en tu familia hay antecedentes de hipertensión arterial, si no controlás tu peso ni tenés el hábito de la actividad física, a los 50 vas a haber incrementado las posibilidades de ser hipertensa; y a los 70, de sufrir un infarto. Tratá de llevar un estilo de vida saludable y de realizarte un chequeo médico por lo menos una vez al año. Recordá: el mejor tratamiento es la prevención.


					





















Comentarios