Es fácil sentirte genial cuando la vida te sonríe. El desafío es estar pilas cuando las cosas se complican o, simplemente, cuando la realidad se muestra tal cual es: con altibajos, con matices y con imprevistos. Si estás sin luz durante dos semanas, no te renuevan el contrato de alquiler de tu departamento o te llevás mal con tu jefe, cuesta más mantener la buena onda. Te damos las claves para desarrollar emociones saludables en los momentos en que el universo conspira contra tu optimismo.
PARÁ DE SUFRIR
Algunas personas protestan por todo. “Para cortar con la queja, lo primero que debés hacer es reconocer que podés evitarla: no es algo que viene con vos de nacimiento. Tenés que sacarte el traje de víctima”, advierte la psicóloga Silvia Freire, autora del libro No salgas sin tus PP’s (Pensamientos Positivos). Las personas que tienen el hábito de la queja encuentran siempre de qué lamentarse: el país es un desastre, su vecino es antipático, la película les parece un bodrio o el café está frío. “Como sienten que sus reclamos tienen una razón de ser, no dejan de hacerlos. Así, se genera una especie de adicción: un día se quejan de que no les gusta el trabajo que tienen, después renuncian, luego se lamentan de que el jefe nuevo es muy exigente…”, dice Freire. Tenés que aprender a determinar cuándo tiene sentido protestar y cuándo es absurdo. “Hacerlo por algo que no depende de vos (como la lluvia o el viento, por ejemplo) es una pérdida de tiempo. Concentrate en tus acciones: si cambiás tu manera de ver las cosas, vas a modificar tus emociones y tu conducta”, asegura la magíster en Psicología Cognitiva Liliana Chazenbalk, coordinadora del equipo de familia del Servicio de Psicopatología del Hospital General de Agudos Teodoro Álvarez y docente de la Universidad de Palermo. Según Freire, deberías trabajar el hábito de la queja como si se tratara de una adicción. Cuando alguien tiene problemas con el alcohol, siempre encuentra excusas para un brindis: la clave está en decir “no”. Con los lamentos sucede igual: siempre vas a tener razones para sentir que tu vida no es tan buena como quisieras, pero es tu decisión quedarte en la queja o tratar de sobreponerte a las adversidades y seguir adelante.
“A veces, nos quedamos encerrados en el ‘esto está mal, todo está mal’. Ojo: la tendencia a magnificar las cosas y a dramatizarlas te vuelve irritable y dificulta la relación con tu entorno”, advierte Chazenbalk.
DESCUBRÍ QUÉ TE HACE BIEN
¿Sentís que no hay nada placentero en tu vida? Ese puede ser el origen de tu pesimismo. Cuando estás insatisfecha, te acostumbrás a ver el vaso medio vacío. “Si le adjudicás a un elemento externo las razones por las que no podés ser feliz, nunca vas a dejar de quejarte y de estar de mal humor: aceptá que el problema no es del entorno, sino tuyo. Lo demás son excusas”, dice Freire. Esta especialista asegura: “Es fundamental que descubras qué te gratifica”. Pasear en bicicleta, ver una película cómica o charlar con una amiga son opciones muy recomendables.
BUSCÁ EL EQUILIBRIO
A veces, te acostumbrás demasiado a una situación y terminás sobreadaptándote a ella. Por ejemplo: te habituaste tanto al ruido que el silencio te provoca angustia. Evitá los extremismos porque suelen provocar inestabilidad emocional. “La saturación de gente o de soledad influye en tu estado de ánimo. Tenés que regular: es importante que te tomes un momento para estar sola y también para estar acompañada. Revertí la energía: usá la que perdés en el diálogo interno negativo, en la queja y en el malhumor para crear tu felicidad”, aconseja Chazenbalk.
ENTRENÁ TU BUEN HUMOR
Reemplazá el lamento por acción. Cuando realizás una actividad física, tu organismo segrega sustancias químicas que influyen en tu estado de ánimo: las endorfinas (las llamadas “hormonas del bienestar”) te hacen sentir plena y te ayudan a romper el círculo vicioso de la queja. “Bailar te conecta con el presente”, asegura Chazenbalk. Si no tenés coordinación, reíte de tu torpeza: así vas a aumentar tu autoconfianza y la seguridad en vos misma. Tené en cuenta que “cuando hacés una actividad nueva, tu estructura mental cambia”, dice Chazenbalk.
SELECCIONÁ BIEN TUS AMISTADES
Los vínculos que sostenemos definen nuestras emociones y nuestra forma de encarar la vida. Es la famosa ley del magnetismo: atraés a personas que se parecen a vos. “Si sos quejosa y todo te viene mal, seguramente te rodees de gente que potencie esos sentimientos negativos. Tratá de juntarte con amigos optimistas y entusiastas: dejate influir por su buena onda”, concluye Freire.




















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