Creemos que para ser lindas tenemos que estar flacas. Ahora, ¿qué tan flacas? Y no solo eso, sino ¿flacas a qué precio? Porque una cosa es ser delgada por genética o por llevar una vida saludable, y otra muy diferente es vivir ayunando y perder la salud. La extrema delgadez, al igual que el sobrepeso, supone múltiples riesgos para el organismo (entre ellos, el de una dolencia cardiovascular). Además, “vivir a dieta” no es una buena decisión. “Someterse a una restricción constante de alimentos causa efectos indeseados: es contraproducente para bajar o para mantener el peso, genera estrés y altera las emociones, el humor y el desempeño intelectual”, advierte la médica especialista en nutrición Mónica Katz, directora de la Carrera de Especialización en Nutrición con orientación a la Obesidad de la Universidad Favaloro.
Podés tener un cuerpo sexy sin atentar contra tu salud: la clave es aprender a llevarte bien con la comida.
Agüita y lechuga
La doctora Katz realizó una investigación de la que participaron 1000 estudiantes universitarios con contextura física delgada. El estudio reveló que el 30% de ellos mantenía una dieta en forma crónica. “Es preocupante que deseen perder peso aunque no necesiten hacerlo. Además, es contraproducente porque cuando comemos poco, empezamos a funcionar en modo ‘ahorro’”, explica la especialista. ¿Qué significa ese “ahorro”? Que el metabolismo se altera tanto que, si iniciamos una dieta de menos de 1000 calorías diarias, en apenas 15 días el gasto calórico desciende un 30% (es decir, quemamos menos calorías para que el cuerpo pueda guardarlas), y por eso recuperamos los kilos perdidos tan fácilmente.
Eso también tiene un costo para la salud. “La que no come, se come a sí misma. Las dietas para adelgazar muy estrictas provocan osteopenia (pérdida de hueso), sarcopenia (pérdida de músculo) e irritabilidad”, explica Katz. La especialista advierte que no debés consumir menos de 1200 calorías diarias ni adelgazar a una velocidad mayor al 1% de tu peso por semana. “Si el descenso es más veloz, en cada kilo perderás un 50% de grasa y otro 50% de músculo y hueso. En cambio, si comemos suficiente, nuestro organismo se permite mantener un gasto calórico alto que nos protege de engordar. La comida funciona, ¡las dietas no!”, asegura la médica nutricionista.
El cardiólogo Raúl Merbilhaá, jefe médico del Centro de Prevención y Atención Ambulatoria Arenales, de la Fundación Favaloro, advierte: “Vivir a dieta no es saludable, salvo que se trate de una situación específica con objetivos a corto plazo (como corregir la glucemia en un diabético obeso, bajar los triglicéridos por el riesgo de una pancreatitis o perder peso antes de una cirugía programada). Lo mejor es realizar cambios de hábitos en la alimentación, sin privaciones, pero en forma equilibrada y balanceada, para evitar angustias y frustraciones”. Y algo más: “Conviene abandonar ciertas conductas tóxicas, como el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol”, enfatiza el especialista.
Tu mente también se afectaPodemos pensar el cuerpo como un ecosistema: nuestra “ecología interna” se altera al estar sometida a regímenes continuos o a dietas muy restrictivas. “Ambas cuestiones resultan una acción violenta para la psiquis, que ‘apaga’ la alerta de hambre y la de saciedad. A fuerza de silenciar al cuerpo, controlás el apetito hasta que probás un bocado: en ese momento perdés el control y comenzás a devorar todo, como si no hubiera límites. Es importante que recuerdes que la alimentación implica mecanismos de autorregulación, que todos tenemos”, explica la psicóloga María Teresa Panzitta, especialista en trastornos alimentarios, a cargo del Taller de Alimentación Sensorial en el Centro Dra. Katz.
Con el objetivo de recurrir a esa capacidad propia de tu organismo para saber cuándo parar y qué comer, Panzitta contrapone el concepto de “dieta” al de “experiencia alimentaria”: el primero supone un control que viene impuesto por el afuera (el consejo de un médico, la cantidad de calorías por ingerir, la balanza, la moda o el espejo, por ejemplo), mientras que el segundo trata de recuperar la condición subjetiva y el deseo. “Tanto en una dieta como en una ingesta compulsiva, lo que comemos no tiene correlación con las necesidades nutricionales del cuerpo. Eso puede estabilizarse si se adquiere un registro del propio organismo y del hambre, y se ‘reescribe’ el patrón alimentario. Podemos usar técnicas sensoriales en las que la persona se expone al supuesto alimento ‘prohibido’ y lo explora con varios sentidos (visión, olfato y gusto). De esta forma, deja de ser tan rico y tentador, el límite de la saciedad se reconstruye y uno puede volver a conectarse con las necesidades del cuerpo. Lo bueno es que el cambio en la alimentación proviene desde adentro y no desde una dieta, y eso lo hace más sostenible y eficaz”, asegura Panzitta.
Una acción integral¿Qué deberías hacer si tenés tendencia a subir de peso? “El adelgazamiento es una consecuencia de modificaciones en la alimentación, la actividad física y las emociones (pensá: ¿usás la comida como premio o como castigo?). Lo importante es mantener esas modificaciones en el tiempo”, recomienda Katz. La clave es concentrarte en los cambios, sin obsesionarte con los kilos.
Para aprender e incorporar nuevos hábitos alimentarios y de vida, hay que dejar de lado las recetas mágicas y tener expectativas reales. “Si sentís enojo, ansiedad, aburrimiento o ansiedad, lo mejor es tener a mano ‘puntos de pausa’: son herramientas que permiten que te detengas a pensar antes de comer sin hambre. Pueden ser la respiración, el yoga, la meditación o alguna actividad física, por ejemplo”, dice Katz. Esta especialista agrega que una buena nutrición incluye cinco reglas básicas: armar un ambiente seguro en el que no existan factores que favorezcan el descontrol o el “picoteo”; realizar cuatro comidas en horarios flexibles; ingerir un solo plato; sacar una foto con el celular de lo que se va a ingerir y compartirla con amigos (ojo, que sean realmente cercanos, no es muy cool tuitear todo el tiempo fotos de platos); y saborear una golosina, postre o helado de 150 calorías como máximo por día.
Tu plan debe contener todos los grupos de alimentos; ser adecuado a tu edad, a tus gustos y a la actividad física que hagas; y ser sabroso y sostenible en el tiempo.
Una carga demasiado pesada
Algunas chicas tiran la toalla con respecto a su peso, sin tener en cuenta que la obesidad atenta contra la salud: duplica la posibilidad de desarrollar insuficiencia cardíaca, que se manifiesta por agrandamiento del corazón, edemas en las piernas y sensación de falta de aire (síntomas ocasionados por la retención de líquido en el organismo). De acuerdo a una encuesta que el Ministerio de Salud de la Nación realizó en 2009, el 50% de la población argentina tiene exceso de peso y el 46% no realiza una actividad física. “Es curioso que, en los últimos años, se haya logrado un mejor control del tabaquismo y de la hipertensión arterial (otros dos factores de riesgo de las dolencias cardíacas), pero no así del sobrepeso y la obesidad, que van en aumento y ya constituyen una verdadera pandemia en los países industrializados”, afirma Merbilhaá.
Los principales efectos del sobrepeso a nivel cardiovascular son: enfermedad coronaria (infarto de miocardio), insuficiencia cardíaca, fibrilación auricular, arritmias ventriculares y muerte súbita. Eso se debe a que la obesidad predispone al desarrollo de hipertensión arterial, diabetes tipo II y otras condiciones patológicas, como el aumento del colesterol total, descenso del “colesterol bueno” (HDL), aumento del “colesterol malo” (LDL) y de los triglicéridos. “La obesidad también favorece otras alteraciones como trombosis, las apneas el sueño, el aumento de la concentración de leptina en sangre (se trata de una hormona que regula la saciedad) y del tono simpático (esto provoca taquicardia y aumento de la presión arterial)”, detalla Merbilhaá. Más del 65% de las personas con enfermedades cardiovasculares tiene sobrepeso. En ellos estas afecciones pueden aparecer hasta diez años antes que en las personas con peso normal. Por eso es tan importante que empieces a cuidarte desde ahora.






















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