Que las emociones no te afecten

La ansiedad, el estrés y la depresión no solo te impiden ser feliz: son un factor de riesgo cardiovascular.

Valeria García Testa.

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Que las emociones no te afecten

Tu mente no tiene paz, estás agotada y sentís que tu mochila de responsabilidades pesa cada vez más. Bajaste el rendimiento, pero no tu autoexigencia: últimamente te olvidás de cosas importantes y reconocés que el malhumor te brota por los poros. ¿Alguna vez te preguntaste cuál es el costo de pretender ser una “chica superpoderosa”? Esa exigencia puede traerte problemas a mediano y largo plazo.

Está demostrado que la depresión es un factor de riesgo para el desarrollo de las enfermedades coronarias. Esto significa que aunque no fumes, no sufras enfermedades como la diabetes o la hipertensión, ni tengas antecedentes coronarios familiares, si estás depresiva, convivís con unpeligro latente. Una advertencia: el estrés (un concepto que abarca un cúmulo de emociones negativas, condiciones o experiencias adversas, y formas inadecuadas o conflictivas de la capacidad de respuesta frente a problemas) puede derivar en un cuadro depresivo. “La angustia y la ansiedad aumentan el riesgo vascular. Además, pueden provocar conductas nocivas, como el sedentarismo, la mala alimentación y el abuso del tabaco y del alcohol”, advierte el  cardiólogo Alejandro Hershson, jefe del Departamento Ambulatorio del Hospital Universitario Fundación Favaloro. Cuanto peor te sentís, menos te cuidás, y, tarde o temprano, eso repercute en tu salud.

La nube negra
Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es la principal causa mundial de discapacidad y contribuye de forma muy importante a la pérdida de salud. Se caracteriza por un estado de tristeza o desgano sin una explicación aparente, acompañado de una serie de síntomas que afectan el sueño, la alimentación, el deseo sexual y la voluntad. Suele ser más frecuente en las mujeres que en los hombres y usualmente comienza entre los 25 y los 45 años. Ojo: no confundas esa condición con sentirte bajoneada porque te despidieron del empleo, cortaste con tu novio o tenés problemas familiares. “La depresión es una enfermedad. En algunos casos, se trata de una predisposición genética que genera una mayor vulnerabilidad ante los avatares de la vida”, explica el psiquiatra Marcelo Cetkovich, jefe del Departamento de Psiquíatría del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro.

¿Cómo podemos reconoc er un cuadr o depresivo? Los especialistas acuerdan en que hay que tener en cuenta básicamente la intensidad y la duración, y cómo afecta lo cotidiano. Por ejemplo, si un proceso de duelo se extiende por más de seis meses y sus consecuencias alejan a la persona de su rutina diaria, debería considerarse como un cuadro de depresión.

“Muchas veces, esta enfermedad es trivializada por la gente y hasta llega a estigmatizarse a quien la sufre como alguien ‘débil de carácter’”, asegura Cetkovich. Algunos médicos también tienen esa actitud. “Muchos colegas evitan inmiscuirse con la depresión: consideran que no es una patología para la que hayamos sido entrenados. Pero es fundamental preguntarle al paciente cómo se siente para abrir el canal de diálogo. Si lo consideramos necesario, lo derivamos a un especialista”, explica Hershson.

El optimismo es salud
Existen cuadros depresivos moderados crónicos que no impiden trabajar, estudiar o mantener una vida social activa, pero la persona que los sufre es incapaz de disfrutar lo que hace. Para evitar algo así, es importante analizar qué tipo de vida lleva y cómo se siente con ella.

Seguramente estés acostumbrada a la presión, a correr contra reloj y a imponerte objetivos altos, pero no deberías excederte. Ese mix de ansiedad, obligaciones y exigencias afecta un organismo y una mente: ¡los tuyos! “Si bien la juventud representa un momento en la vida en el que está bien esforzarse para crecer profesional o socialmente, el logro no alcanza a revertir el estrés que eso genera. Hay que hacer otra cosa para reparar ese daño”, aconseja el doctor Cetkovich. En este sentido, debemos recordar que lo más importante no es lo que nos pasa, sino qué hacemos con eso que nos sucede.

Distintos estudios confirman que la capacidad de disfrutar la vida, el bienestar y una mirada optimista se relac iona n c on un menor r iesgo cardiovascular. En el artículo “Alegría del corazón. Emociones positivas y salud cardiovascular”, publicado por el cardiólogo Carlos Tajer, director de la Revista Argentina de Cardiología, se lo ejemplifica con el estudio “Whitehall II” que se realizó con 7942 participantes. Sus resultados demostraron que el optimismo y la vitalidad emocional se asocian con una incidencia menor de la enfermedad coronaria. El estudio Women’s Health Initiative (Iniciativa para la salud de las mujeres), que incluyó a 97.253 mujeres sanas, evaluó la visión optimista y los sentimientos negativos (como la hostilidad y el cinismo). En el cuartil más optimista se observó un 9% menos de enfermedad coronaria, 30% menos de mortalidad por coronariopatía y 14% menos de mortalidad total en comparación con el más pesimista.

O sea: las emociones positivas predisponen al organismo a un estado de menor “alerta para el combate” y permiten desactivar con mayor rapidez los estados generados por las emociones negativas y el estrés.

Sí, podés vivir mejor
La medicina preventiva tiende a un modelo general en el cual vos seas tu primer agente de salud, en oposición al viejo concepto de “paciente”, asociado con una persona no activa. Para que eso se haga realidad, es fundamental que adoptes la conducta y la conciencia de los hábitos sanos. Además de no fumar, de alimentarte bien y de realizar alguna actividad física, no debés descuidar tu vida social. “La persona con una visión negativa predominante tiende a aislarse”, advierte Hershson. Según un reciente estudio de la Universidad de Brigham Young (Estados Unidos), tener bajos niveles de interacción social es más perjudicial que ser sedentaria o ser alcohólica. Además, es muy importante que hagas lo que realmente te guste. Si tu actividad laboral no te entusiasma, buscá ese motor en otro ámbito. No importa si practicás origami, danzas africanas, running, pintura o piano: cuando hacés algo que realmente te apasiona, te sustraés de los problemas y de las preocupaciones y te concentrás en eso que te gusta. Esto provoca el mismo efecto que la meditación: te centra en el famoso “aquí y ahora”, un principio fundamental para controlar la ansiedad y expandir la mente. Es probable que la solución a un problema de trabajo o una idea reveladora aparezcan mientras estás practicando tu hobby o un rato después de concluir esa actividad. “Está demostrado que la relajación es un mecanismo fisiológico que tenemos para detener el estrés”, especifica Cetkovich.

Esforzate para avanzar en tu carrera laboral, para terminar una maestría o para ahorrar lo suficiente para viajar a Europa, pero nunca, nunca, te olvides de que tenés un solo cuerpo, una mente que necesita del equilibrio y un espíritu que puede ser feliz con cosas simples.

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