Cuando lo besás por primera vez, intuís cómo van a llevarse en la cama. Se trata de algo sutil, inexplicable e irracional, que te hace sentir que ese hombre te va a hacer aullar de placer. Claro que una cosa es transar, y otra muy distinta, desnudarse y dejar que los cuerpos hablen. Silvina*, de 29 años, cuenta: “La verdad aparece en el encuentro sexual. Hace seis meses que estoy de novia con Matías y tuvimos mucha suerte, porque desde la primera noche juntos quedó claro que éramos uno para el otro. Podrá sonar cursi, pero es la verdad. Me encantó cómo me acariciaba y me hablaba, y las cosas que hacíamos. Fue todo tan fluido y mágico, que no nos despegamos nunca más”.
Pero no siempre todo resulta tan maravilloso: muchas experiencias eróticas son un desastre o un típico caso de “ni fu, ni fa”. ¿Qué hace la diferencia? “Unos años atrás, se pensaba que la compatibilidad sexual respondía a cierta adecuación genital: se consideraba que era una mera cuestión de formas y tamaños. Pero se comprobó que la afinidad erótica no tenía relación con lo anatómico, sino con lo que sucede en las otras dimensiones de una pareja. Las personas que coinciden en valores, intereses, maneras de disfrutar de la vida y su sexualidad, usualmente logran una mayor satisfacción erótica que las que se sienten muy diferentes entre sí”, explica la psicoanalista Mónica Cruppi, de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
De todos modos, ciertos aspectos de la química sexual resultan un misterio. “Una persona te encanta y te excita sin que sepas muy bien a qué se debe eso. Y cuando esa sintonía se da, te impresiona: es como si el otro pudiera leer tu mente y saber cuándo, cómo y dónde tocarte sin necesidad de que le digas una palabra”, asegura el psiquiatra y sexólogo clínico Adrián Sapetti, titular del Centro Médico Sexológico y autor del libro Derecho al goce. ¿Una cuestión de magia? Bueno, no tanto. “Uno puede aprender a ‘leer’ las señales que, de algún modo, anticipan coincidencias más profundas en lo erótico. El modo en el que el otro habla y se mueve, sus modales, sus gestos, la mirada y hasta el tono de voz anticipan qué podemos esperar en la intimidad”, asegura el sexólogo.
Física y química
¿Qué te gusta de ese hombre? Todo: cómo se mueve, su olor, sus besos y la forma en que te abraza. Sus gestos menores (se rasca el mentón, frunce el entrecejo o mueve los pies de una manera extraña) también te pueden. Según los especialistas, lo que llamamos “química”o “afinidad sexual” no suele responder a nada demasiado lógico ni previsible. Lo que un hombre te genera a nivel físico cuando lo ves es un dato clave. “Tratá de prestar atención a ese impacto que él produce en vos. Si su mirada o un roce casual te altera y te moviliza, no debería pasar inadvertido. Sobre todo, porque el gusto por el otro y las ganas de tenerlo cerca son un potente afrodisíaco: anuncian un buen comienzo”, dice Cruppi.
Según una investigación realizada en la Universidad de Brown, en los Estados Unidos, el aroma natural de un varón (el que emana de su piel, no el del desodorante o el del perfume que usa) es fundamental a la hora de la atracción sexual. Ese olor es una manifestación externa de un centenar de genes que conforman el sistema inmunológico, conocido como el Complejo Mayor de Histocompatibilidad (MHC). El estudio reveló que las mujeres preferían el olor de los hombres genéticamente diferentes a ellas: eso garantiza hijos sanos. Los varones con perfiles de MHC similares, los genéticamente compatibles, eran calificados como “paternos” o “fraternales”, y no fueron considerados sexualmente deseables.
La atracción sexual logra que vos y él terminen en la cama. Pero una vez que están ahí, necesitan algo más para que todo sea increíble y perfecto. Los expertos explican que cada persona tiene un “mapa del amor”: se trata de un modo de vincularse con el mundo y con los demás relacionado con las vivencias de su infancia. “La forma en que fuimos estimulados mediante besos, caricias y cuidados cuando éramos bebés determina de algún modo qué clase de caricia nos encenderá eróticamente de adultos”, afirma Cruppi. Esta especialista asegura que lo que llamamos “química” no responde a una cuestión física ni a una emocional. “Algunos investigadores la relacionan con los sucesos de nuestra etapa infantil. Por ejemplo, inconscientemente vinculamos la mirada o el color de ojos de un hombre con los de nuestro padre, lo que nos genera una sensación de familiaridad, y por eso él nos resulta sexualmente atractivo”, ejemplifica Cruppi.
La comunicación franca, sincera, abierta y clara con tu pareja juega un rol fundamental en la afinidad erótica. “Al principio de la relación, no lograba tener buen sexo con mi novio. Él se apuraba y yo soy lenta. A él le gustaban cosas que a mí no me movían un pelo. Un día llevé un juego de cartas que venía en una Cosmo: uno de los desafíos era hablar de las preferencias en la cama. Aprendimos un montón”, cuenta Carina, de 23 años.
Cruppi asegura: “Muchas veces, la incompatibilidad sexual se debe a fallas de comunicación. Para acrecentar esa sintonía hay que apostar a la charla honesta y a la experimentación. Es decir: a la disposición para ser creativos e innovar en su intimidad. Las parejas que se atreven a probar cosas nuevas suelen tener más y mejor sexo, y desarrollan mayor compatibilidad”, dice la especialista.
Cuestión de ajustes
Ya dijimos que la compatibilidad sexual no es una cuestión genital: no es que determinado miembro “encaja” perfectamente en tu vagina. “Salvo casos muy especiales, como el de los micropenes, se trata de un mito. Un cuerpo erotizado (excitado por una persona que conmueve física y emocionalmente) modifica su tamaño. La vagina puede volverse muy estrecha o dilatarse para contener a un pene normal, grande o pequeño. Además, la mayor parte de las terminaciones nerviosas están concentradas en los primeros centímetros del canal vaginal (desde la abertura hacia el interior): hasta un miembro pequeño puede generar sensaciones placenteras y provocar el orgasmo”, explica Sapetti.
Según la posición que adoptes, podés sentir que un pene es más o menos “grande”. Las poses que te hacen mantener las piernas abiertas en un ángulo que no supera el ancho de las caderas o la postura del perrito, por ejemplo, estimulan en profundidad tu zona V, al tiempo que estrechan el canal vaginal. Así, logran que el compañero menos dotado se sienta muy bien“equipado”.
La compatibilidad erótica puede llegar a tu vida como un regalo inesperado o bien construirse a fuerza de besos, de caricias y de charlas. Adivinás cuál de los dos métodos es el más divertido…
* Para preservar la privacidad de los testimoniantes se cambiaron algunos nombres.





















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