Un frío tremendo, terrible, de esos que te esperan en la puerta de la calle para saltarte encima ni bien salís, y morderte la cara y las orejas. Chica precavida, Celeste Cid viene a la cita con Cosmo tapada hasta las cejas. Llega puntual y a cara lavada, lo que en su caso equivale a decir perfecta, porque Celeste tiene una de esas caras (una de esas pocas caras) a las que el maquillaje estropea. El suyo es un rostro sin marcas. La clase de cara que parece haberlo atravesado todo sin heridas. Invencible. O no tanto, después de todo: en la semana de la entrevista, una revista de chimentos acababa de publicar una foto de ella en la tapa, junto a su novio Santiago “Chano” Charpentier, el cantante de Tan Biónica. Pero lo que molestó a Celeste no fue la foto, sino el comentario. “Decía que había vuelto a vivir con mi hijo. ¡Y yo siempre viví con mi hijo! Conmigo no hablaron nunca, pero después supe que estuvieron preguntándole cosas al portero. Y que con eso hicieron una nota”, dice, y ahoga su fastidio en su vaso alto de café.
Cosmo: ¿Te molesta que te recuerden todo el tiempo tu pasado?
Celeste Cid: Me parece antiguo. Mi vida cambió muchísimo desde ese momento, y pasaron un montón de cosas. Obviamente es más llamativo enfocar las cosas desde ahí. No van a poner que estoy nominada al Premio Cóndor por una película que hice en Alemania. Pero lo que te demuestra eso es que hay una falta de límites absoluta y que cualquiera puede decir cualquier cosa y que no pasa nada. Se metieron con temas de salud e involucraron las enfermedades de mis padres. Y la verdad es que mi vida es muy transparente.
C : ¿Y cómo estás hoy?
CC: Bien, muy bien. En familia, de novia, con mi hijo. Viste cómo es: una vez que tenés un hijo, armás tu vida en función de los horarios de él. Y si te sobra media hora, capaz te vas a pintar las uñas. Los chicos te ponen un poco los horarios, te acomodan la vida. Porque André tiene que ir al colegio todos los días, tiene que hacer los deberes, tiene amiguitos. Mi casa los fines de semana está llena de nenes que vienen a jugar o a dormir, y yo con ellos.
C : Ahora, además de ser conocida, estás con alguien también famoso, como Chano. ¿Cómo fue eso?
CC: Fue simple: nos conocimos, nos gustamos y nos enamoramos. Yo ni sabía quién era él, pero acá estamos y superbién. Nos apoyamos muchísimo entre los dos.
C : Y con las fans de tu novio, ¿qué te pasa?
CC: No, todo bien. Ojo, yo soy celosa. ¡Pero él también! Así que estamos a mano. Igual, las fans a veces se pasan un poco. Imaginate: el otro día había una chica a caballito de otra, ¡y en lolas! Yo pensé: “Todo bien, linda, pero ponete la remera, por lo menos” (risas).
C : ¿Estás más madura y te tomás las cosas con otra calma o me parece a mí?
CC: Es que hay edades para todo. Las edades y las necesidades de formar tu propia experiencia para que después eso se asiente. Es necesario que eso suceda, y las cosas que te pasan a determinadas edades (incertidumbres y todo eso) son como inevitables. Cuando una se siente una mierda, se junta con gente de mierda. El tema es que eso pase para permitir que otras cosas lleguen.
C : Sos piadosa con vos misma. No te juzgás.
CC: Ojo, no creas. Soy bastante autocrítica y me doy con un palo también. Pero salgo de ese lugar rápido, porque me parece que si una pasa por algunos lugares, es porque tenía que aprender algo.
C : ¿Alguna vez hiciste una regresión?
CC: No. Me da mucha curiosidad, pero medio desconfío de los que me puedan llegar a decir algo. Además, hay mucho chamuyo con eso, y prefiero preservarlo y fantasear. No sé quién habré sido en la vida pasada. Por ahora, solo me interesa averiguar quién soy en esta. Yo creo que hay cosas que viniste a cerrar acá, a la Tierra. Una vez, recuerdo que había leído que hay siete planos o realidades. Entonces, Celeste acá es esta persona y tiene un novio, pero hay otra Celeste en otro plano que no consigue novio, que está reenroscada. ¿Entendés? Hay siete posibles caminos, siete Celestes distintas, y entre las siete nos vamos rotando. Entonces, cuando yo estaba sola, la otra estaba casada y feliz. Vas pasando por esos siete grados de comprensión en los que, si todo va bien, terminás desarrollándote en un plano más holístico.
C : Me encantó esa teoría…
CC: Sí, no está mal. Puede funcionar, pero también es una manera de tranquilizarse y pensar: “Bueno, en este momento está todo mal, pero va a pasar”. La idea es ir con calma y sabiendo que el cambio está en la naturaleza de las cosas.
C : ¿El cambio te asusta?
CC: No. No digo: “Quiero que lo mío sea así y así”. No. Dejo que las cosas pasen porque… ¡Igual pasan! (risas). Esa es la ironía: una no puede hacer tanto. Y a veces lo mejor es bajar el copete.























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