Como este mes se celebra el día del trabajador, aprovecho para contarte que nosotros amamos hacer ciertas tareas, aunque el 85% del tiempo libre nos veas tirados en el sofá, con menos vida que una mancha en la pared. Hay obligaciones que cumplimos con placer y en las que jamás permitiríamos que te involucres porque son bien nuestras… O, al menos, eso creemos. Prestá atención.
Lavar el auto
Paradojas masculinas, podemos dejar ocho camisas tiradas en el piso y una media colgada del picaporte, pero nos desvela el estado sanitario de nuestro móvil de exteriores. No podemos acercarnos a él sin el trapo en la mano para dejarlo reluciente. Cuando no estás cerca, incluso, le hablamos, para que se sienta acompañado. Que el auto esté impecable hace a nuestro bienestar emocional y jamás dejaríamos que vos te encargaras. Podemos llevarlo al lava autos con pronóstico de lluvia, tormenta, granizo y tsunami, y mirar con recelo a los que se encargan de la tarea.
Arreglar artefactos
Todo hombre que se respeta va a querer arreglar cualquier desperfecto técnico que se produzca en la casa y alrededores. Para empezar, el control remoto de la tevé. Nosotros tenemos una notable habilidad para conocer absolutamente todas las funciones de ese aparatito, por el hecho de ser lo que más tenemos en nuestras manos, además del vaso de cerveza. Por otro lado, jamás permitiríamos que venga un técnico a reparar la computadora. Antes, nos adentramos en el software cual Indiana Jones del Windows hasta descubrir qué pudo haber pasado.
De igual forma, podemos avanzar sobre el microondas hasta inspeccionar el platito donde queremos calentar la comida. O reclinarnos para chequear el equipo de música (si lo hacemos con el pantalón estilo plomero, ojo con el espectáculo que damos). No hay mayor placer masculino que desarmar estos aparatejos.
En todos estos casos, lo más razonable es que nos dejes tranquilos. Ni se te ocurra decirnos (como en la publicidad de una compañía de celular): “¿Querés que lo llame a papá?”, por más que no demos pie con bola.
Tareas tediosas
Por el contrario, hay trabajillos que no haremos jamás. Así de simple y concreto. Nunca un ser viviente de género masculino va a limpiar una bañadera, por ejemplo. Posiblemente, porque ni nos damos cuenta de que está sucia o porque nuestras duchas no exceden los ocho minutos.
Otra actividad que odiamos es la de las compras. Podés mandarnos al supermercado, pero no pretendas que volvamos con eso que nos pediste. No podemos estar frente a una góndola más de un par de segundos sin caernos dormidos, así que ni locos vamos a comparar marcas o fijarnos si es “light”, “larga duración” o “bajo en colesterol”, advertencias que no fueron hechas para nosotros.
Conclusión: sé astuta
Siempre es bueno tener a un hombre contento y entretenido en la casa. Por eso, dejá nomás que meta mano en el control remoto o en esa tablet con problemas de conexión. Con poca cosa se sentirá más capo que un operario de la NASA. Y, de última, si no lo aguantás más, es simple: comentale que el auto tiene mucho polvo, y en dos minutos lo vas a tener en la calle con la gamuza y el balde de agua.




















Comentarios