Quizá ya fuiste a su departamento o vas a conocerlo en breve. Por eso, es importante que te lo advierta: el 85% de los hombres que viven solos son altamente desordenados, y el 15% restante padece una neurosis grave. Si todavía tenés expectativas de convivir con él, voy a explicarte por qué su casa parece la Franja de Gaza.
La ley primera
El tipo que vive solo toma esta situación como transitoria, es decir, está en estado de “mudanza potencial permanente”. Por eso, él cree que no es tan importante pasar la franela por los  muebles, ya que este escenario cambiará algún día (aunque no sepa cuándo).
Es simple: nosotros no nos llevamos bien con la soledad y desayunamos en bares para estar cerca de otros seres (aunque sea ese mozo gallego al que le pedís servilletas y te da un trapo rejilla).
Además, no olvidemos que, en cualquier momento, hay una madre lista para ir una vez por semana a ayudar al nene (que ya pasó los 28) con las cosas de la casa. Con semejante respaldo, nadie que se precie de macho va a cometer la locura de agarrar la aspiradora por sus propios medios.
¿Todo en orden?
Si ya entraste en la casa de tu chico y te chocaste con varios elementos colgados, incluso del ventilador del techo, o pisaste objetos que permanecen en el piso desde hace meses, no pienses que todo es realmente un caos. De ese desorden nosotros extraemos nuestro verdadero orden, y puedo asegurarte que sabemos dónde está exactamente cada cosa. Hasta podemos  explicarte la función que cumple la aceituna que está tirada en el living desde mayo.
Como nos movemos con habilidad en nuestra lógica de desorden=orden, tenemos en claro que la única camisa planchada que nos queda está en la cuarta percha desde la derecha. Simplemente, sabé que podemos dejar la bicicleta en el living o la pelota arriba del bidet…
Sobreviví al caos
Ojo, también puede pasar que perdamos el celular porque quedó sepultado debajo de las sábanas o tapado por una sartén, de una forma que nunca entenderemos. Pero tenemos un gran justificativo: si el universo mismo es un gran caos –así dicen las revistas científicas–, ¿por qué no iba a serlo un modesto dos ambientes, contrafrente, con balcón?
Ni hablar si tu chico vive en una casa, ya que ahí se multiplican los espacios (y los objetos fuera de lugar). De hecho, el patio, que necesita de un cuidado diario por no estar cubierto por un techo, puede transformarse en un ecosistema, con impensadas consecuencias. Sugerencia: no mires para ningún lado y pensá que tu límite debe ser que se derrumben las paredes. En definitiva, tu novio seguro les da bolilla a las cosas que le resultan imprescindibles. Por eso, le va a importar principalmente que el imán del delivery y el control remoto del plasma estén en sus lugares, y no que haya en el medio del patio una cáscara vieja de banana arrojada por un vecino.
Conclusión:
Intentá que la selva de la vivienda de tu chico no te intimide, ni que sea un motivo de conflicto, porque vas a chocar contra su naturaleza. Lo mejor es que, de a poco, vayas guardando tus cosas en su inhóspita morada, de modo que cuando quiera acordarse, el 90% del espacio del placard va a ser tuyo, mientras todos sus jeans duermen apilados en un feo estante…


					




















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