Mientras sube las escaleras hacia la terraza del hotel en el que se hacen las fotos de Cosmo, Chloé tararea la letra de “Lo que sangra”, uno de los hits de Soda Stereo, la banda que lideraba Gustavo Cerati, su último novio. Si bien ella es modelo desde los 18 y forma parte de la excéntrica elite de top argentinas que triunfan en el exterior, su nombre estuvo en los medios y en boca de todos cuando el músico sufrió un ACV que lo dejó en coma, hace casi tres años, y del que aun no se despertó. Niña bien, hija de dos modelos emblemáticos de los 80 (Nora Portela y Marcelo Bello), fue a los mejores colegios, pero al terminar el secundario optó por las pasarelas en lugar de una carrera tradicional.
Luego del accidente de Gustavo, decidió armar las valijas y voló hacia Europa, con el fin de escapar de la tormenta mediática y para concentrarse en su carrera internacional. Esbelta e hiperdelgada, desfiló para grandes marcas como Hugo Boss, Armani y Roberto Cavalli. Actualmente, reparte sus días entre el Viejo Continente, Nueva York y la Argentina, y ahora vino al país para ultimar los detalles de una película que rodará este mes con Leticia Brédice y con Juana Viale, bajo la dirección de Leo Damario. “Me encanta el cine y estoy entusiasmada con esta  propuesta. Se trata de una historia que muestra el amor entre mujeres. Mi personaje es el de una chica bien, obsesionada por conquistar a Leticia”, cuenta, y agrega: “Siempre tomé el modelaje como un camino para llegar a la pantalla grande. Mi debut en cine fue con un personaje pequeño en Dictablanda, con John Cusack, quien me dio muchísimos consejos y charlas sobre la actuación”.  Además, la top de la agencia Life Chekka aprovechó su estadía en Buenos Aires para hacer la campaña de Naima y para pasear, antes de viajar a París a hacer la portada de la edición francesa de la revista Vogue. “Estoy disfrutando de esta ciudad que, vacía y sin tránsito, es hermosa. Es es el primer año que no veraneo en Punta del Este, porque se convirtió en un lugar cada vez más frívolo y repugnante”, arroja con la misma frontalidad con la que habla del ambiente de las pasarelas: “Obvio que en el modelaje hay anorexia, drogas y excesos, pero nadie lo confiesa. A mí no me interesa salir en una revista a vender un mundo ideal, cuando no lo es”, dice. Muñeca brava, no tiene pelos en la lengua para hablar de sexo, de drogas… pero no tanto de rock and roll, porque cuando las preguntas giran en torno a su relación con Cerati, a quien no menciona en ningún momento por su nombre, ella titubea, mira alrededor y responde con monosílabos. En Chloé hay una herida de amor que aun no cierra, pero que intenta superar con proyectos y planes a futuro, como los que cuenta en esta charla.

Cosmo: ¿Qué tan rebelde y chica mala sos?
Chloé: No sé si rebelde… Me definiría como políticamente incorrecta, porque digo lo que pienso y no escondo la realidad. Muchas chicas fingen que el modelaje es color de rosa, cuando lo cierto es que hay un mundo paralelo que no es copado. Este ambiente es medio careta y hay mucha hipocresía. Ser frontal me trajo problemas, pero tampoco me vivo peleando con los que piensan distinto a mí. Entiendo que esto es un trabajo, lo hago y vuelvo a mi casa. Eso sí, tengo mi opinión y mi personalidad, y me la banco.

C: ¿Y cuál es ese mundo paralelo en el modelaje?
C: Primero, está el problema de la anorexia. Hay una exigencia constante para que bajes de peso y, frente a eso, lo más probable es que caigas en esta enfermedad. A las modelos nos  apuntan con el dedo para ver si tenemos rollos, granos o lo que sea. Este rubro es superficial y no te permiten estar mal físicamente. Si no estás bien parada, te trauman. En una época, me fui a vivir a París, y para los desfiles de Galliano y de Gaultier me pidieron que adelgazara cinco kilos. Me acuerdo que llamé a mi mamá angustiada, y ella me dijo: “Imponete y sé vos. Si no te quieren como sos, olvidate”. Ahora que tengo 25, estoy más curtida, pero si no sabés manejar esas presiones, te metés en un círculo vicioso que puede traerte problemas de salud. Para colmo, atrás tenés a 500 minas supercompetitivas y ultraflacas que se mueren por abrir y cerrar los desfiles.

C: ¿Cómo ves a las modelos en nuestro país?
C: Acá está todo medio desvirtuado. De repente, aparecen chicas voluptuosas que quieren ser famosas y que se definen como modelos. Para mí, este trabajo se basa en optimizar tu cuerpo para mostrar ropa o vender otros productos. Somos percheros que le dan vida y onda a una colección para que alguien la compre. En Argentina, hay mujeres que se autoproclaman “modelos”, pero que solo les importa explotar su imagen o contar con quién tienen relaciones para hacerse conocidas y llegar a la tevé.

C: ¿Te costó rehacer tu vida sentimental después de lo que pasó con Gustavo?
C: Muchísimo. Mi corazón quedó cerrado hasta el día de hoy. Me resulta difícil ponerme de novia, pensá que yo no me separé de nadie…

C: En el caso de que él se recupere, ¿volverías a luchar por su amor?
C: No quiero hablar más del tema. Solo voy a decir que yo no me olvido de él. Ningún día que pasa dejo de pensar en él. Me levanto cada mañana creyendo que lo que sucedió es mentira, que es una pesadilla. Es un dolor que no se me va a ir nunca, pero tengo una vida por delante y eso me ayuda a seguir en pie.

C: ¿Fantaseás con volver a enamorarte?
C: Es raro. Por un lado, pienso que tengo 25 años y que mi corazón tiene que volver a nacer. Pero por el otro, después de una historia tan linda, aspirás a encontrar lo mejor para tu vida, y es duro lograrlo cuando te quedó una imagen espectacular de un amor. Siempre vas a caer en comparaciones. Estoy predispuesta a enamorarme, pero para perder el tiempo con un tipo, prefiero estar sola.

C: De lo que viviste en tus 25 años, ¿cuál es el recuerdo o anécdota que más te impactó?
C: Mirá, no me considero cholula, porque me acostumbré a cruzarme con celebridades gracias a mi profesión. Compartí cenas con Al Pacino, y en diferentes eventos estuve con Woody Allen, con Sarah Jessica Parker y con Heidi Klum, entre otros. Sin embargo, nada de eso me movilizó tanto como la noche en que conocí a David Bowie, que es mi ídolo máximo. Yo estaba cenando en un restó de Nueva York, un amigo me lo presentó y él, con sus ojos azules divinos, me agarró la mano, me la besó y me dijo: “Hello, Chloe”. Casi me desmayo de la emoción. Definitivamente, de todo el camino recorrido, jamás voy a olvidarme de esa noche.