¿La playa o la montaña? ¿Pantalón o vestido? ¿Sigo en el empleo o renuncio? Cada paso que damos en la vida suele enfrentarnos a una bifurcación (la escritora Simone de Beauvoir aseguraba que “la biografía es una suma de elecciones”).
Muchas personas se sienten abrumadas cuando deben tomar una decisión, más allá de la complejidad de la misma. Si ese es tu caso, seguramente perdés demasiado tiempo evaluando un tema que podría resolverse en un par de minutos. “Una cosa es meditar sabiamente las decisiones que comprometen la vida, y otra es detenerse constantemente ante asuntos intrascendentes. Las personas indecisas lo son en cualquier circunstancia: cuando hacen las compras en el supermercado o cuando deben definir si van a tener un hijo el año próximo o si postergan la paternidad”, explica la psicoanalista Iris Pugliese (irispugliese.com.ar).
Ese eterno estado de duda te genera malestar emocional (sentís ansiedad y angustia) y puede causarte problemas con los demás, que se cansan de tu vacilación constante. “Como algunas personas no consideran que la postergación sea algo conflictivo, se resisten a buscar ayuda profesional. Ellas no tienen en cuenta que su indecisión quizá moleste a otros. Tarde o temprano esta vacilación constante genera malestar en los vínculos”, advierte el psicólogo Marcelo Passini, de la Fundación Foro (fundacionforo.com).
¿Sufrís cuando tenés que optar por algo? No te tortures más: los especialistas te dan algunas claves para entender por qué te sucede eso y cómo manejarlo.
1. Hacé listas
Si bien no es una solución radical, escribir los pros y los contras de cada decisión puede ayudarte a resolver algunas encrucijadas. Cuando lo hagas, tené en cuenta los efectos en el corto y en el largo plazo. Después, analizá qué consecuencias podrías afrontar con más facilidad.
“Hacer listas ayuda a visualizar el problema y a objetivarlo”, asegura Pugliese. Ojo: tampoco abuses de este recurso. “Si invertís mucho tiempo en confeccionarlas, esa acción quizá se convierta en una forma de postergar la ansiedad que te genera tomar decisiones”, alerta Passini. O sea: debe ser una herramienta que te permita despejar tus dudas rápidamente.
Tené presente que, al elegir, necesariamente vas a renunciar a algo. “Nadie puede quedarse con todo, y eso es algo que no siempre se acepta. Hay que asumir las pérdidas por lo que se descarta”, advierte Pugliese. La lista debería servirte para saber qué estás en condiciones de resignar.
2. Empezá de a poco
Reservá las “crisis de decisión” para los dilemas realmente importantes. Entonces, comprometete a que, de ahora en más, cada vez que vayas a un restaurante vas a intentar tomarte solo un par de minutos para elegir un plato. No se trata de cronometrar el tiempo (“en solo cuatro minutos debo seleccionar mi outfit para ir a trabajar”) porque eso puede sumarte presión y ser contraproducente.
Después de haber hecho una elección, no te quedes pensando en la decisión tomada. Evaluar “qué habría pasado si hubiera optado por algo distinto” solo va a hacer que te sientas frustrada.
3. Olvidate de los demás
Parte del estrés que genera tomar decisiones está relacionada con que nunca lo hacemos completamente solas: siempre hay alguien a quien “tenemos” que agradar (muchas chicas eligen determinada carrera universitaria para conformar a sus padres, aun cuando a ellas no las entusiasme del todo) o alguna persona que nos indica “lo que deberíamos hacer” (a veces somos nosotras las que pedimos opinión a todos antes de hacer una elección).
“La dependencia externa no es buena. Una cosa es consultar a una amiga o usar un espacio de terapia para analizar algunas coyunturas, y otra es hablar con padres, hermanos, novios, amigos, sacerdotes y tarotistas: lejos de despejar el escenario, ellos le suman más ruido”, asegura Pugliese.
Analizá si lo que estás decidiendo se relaciona con tu deseo o con el de un tercero. Y, en el caso de que hayas recibido una opinión contraria a la tuya sobre un tema determinado, preguntate a quién beneficia más ese consejo: ¿a vos o al otro? Tus decisiones deben favorecerte más a vos.
4. Confiá en tu intuición
A veces, una sensación interna te lleva a priorizar una opción en lugar de otra. Aunque no es lo mejor otorgarle el poder absoluto a un pálpito, a la hora de decidir algo importante es bueno que escuches tu voz interior: la “corazonada” suele construirse con retazos de información que no registramos de modo consciente. “Tenés que confiar en tu intuición y en tus capacidades: la falta de seguridad en vos misma te lleva a postergar las decisiones”, asegura Passini. En este último caso también influyen el miedo y la culpa que podés sentir si tu alternativa no resulta tal y como pensabas. “Hay que aceptar la cuota de incertidumbre que hay en toda elección. La necesidad de tener todo bajo control genera ansiedad y provoca postergaciones”, explica Marcelo Passini.




















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